Julio Vasquez.

Radio Renacer

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miércoles, 1 de julio de 2009

La Lectura para Hoy..


Creció el niño, y el día en que dejó de ser amamantado, Abrahán celebró un gran banquete.
Sara vio que el hijo que la egipcia Agar había dado a Abrahán, se burlaba de su hijo Isaac,
y dijo a Abrahán: "Despide a esa esclava y a su hijo, pues el hijo de esa esclava no debe compartir la herencia con mi hijo, con Isaac."
Esto desagradó mucho a Abrahán, por ser Ismael su hijo.
Pero Dios le dijo: "No te preocupes por el muchacho ni por tu sirvienta. Haz todo lo que te pide Sara, porque de Isaac saldrá la descendencia que lleve tu nombre.
Pero también del hijo de la sierva yo haré una gran nación, por ser descendiente tuyo."
Abrahán se levantó por la mañana muy temprano, tomó pan y un recipiente de cuero lleno de agua y se los dio a Agar. Le puso su hijo sobre el hombro y la despidió. Agar se marchó y anduvo errante por el desierto de Bersebá.
Cuando no quedó nada de agua en el recipiente de cuero, dejó tirado al niño bajo un matorral
y fue a sentarse a la distancia de un tiro de arco, pues pensó: "Al menos no veré morir a mi hijo." Como se alejara para sentarse, el niño se puso a llorar a gritos.
Dios oyó los gritos del niño, y el Angel de Dios llamó desde el cielo a Agar y le dijo: "¿Qué te pasa, Agar? No temas, porque Dios ha oído al niño gritando de donde está.
Anda a buscar al niño, y llévalo bien agarrado, porque de él haré yo un gran pueblo."
Entonces Dios le abrió los ojos y vio un pozo de agua. Llenó el recipiente de cuero y dio de beber al niño.
Dios asistió al niño, que creció y vivió en el desierto, llegando a ser un experto tirador de arco.

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