Parece que el doctor José Francisco Peña Gómez se llevó consigo su ejemplo a la tumba, pues ni seguidores ni adversarios le han rendido el homenaje de la imitación a sus virtudes de honestidad y entrega.
Peña, como todavía le dice el pueblo, es posible que muriera apesadumbrado, por la lucha ciega entre los miembros de su partido que lo obligaron a sacrificios por encima de sus fuerzas, minadas por la enfermedad.
Sin embargo, vivirá siempre en el corazón de todos los dominicanos por su apego a valores de honestidad, amistad y su sentido de la solidaridad. Peña se comprometió con los pobres del país, los cuales lo veían como un símbolo de redención.
No obstante no haber ascendido al solio presidencial, mostró sus dotes de administrador, consciente de la necesidad de arborizar las ciudades y mejorar otros aspectos importantes de su devenir.
En este nuevo aniversario de su partida, sus discípulos siguen trillando los viejos caminos. Él, desde la tumba, no debe sentirse satisfecho.
lunes, 11 de mayo de 2009
Peña, en el recuerdo.
9:20 a. m.
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