Al llegar a Jerusalén intentó juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, pues no creían que fuese realmente discípulo.
Entonces Bernabé lo tomó consigo, lo presentó a los apóstoles y les contó cómo Saulo había visto al Señor en el camino y cómo el Señor le había hablado. También les expuso la valentía con que había predicado en Damasco en nombre de Jesús.
Saulo empezó a convivir con ellos. Se movía muy libremente por Jerusalén y predicaba abiertamente el Nombre del Señor.
Hablaba a los helenistas y discutía con ellos, pero planearon matarle.
Los hermanos se enteraron y lo llevaron a Cesarea, y desde allí lo enviaron a Tarso.
La Iglesia por entonces gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se edificaba, caminaba con los ojos puestos en el Señor y estaba llena del consuelo del Espíritu Santo.
domingo, 10 de mayo de 2009
La Lectura para hoy.
11:15 a. m.
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