Julio Vasquez.

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martes, 8 de diciembre de 2015

Inmaculada Concepción de la Virgen María

Celebramos la Inmaculada Concepción de nuestra madre la Virgen María. Fiesta que nos recuerda el dogma de fe, declarado por el papa Pio IX en la Bula “Ineffabilis Deus” el 8 de diciembre de 1854, el cual declara que la virgen María, madre de Jesús, a diferencia de todos los demás seres humanos, no fue alcanzada por el pecado original, sino que desde el primer instante de su concepción, estuvo libre de todo pecado, por tal motivo, el ángel cuando le anuncia la concepción del hijo de Dios por obra y gracia del Espíritu Santo, sin intervención humana, la llama “Llena de Gracia”, y si ella, está llena de gracia no puede haber cabida al pecado original, así que la Iglesia declara que ella fue preservada por Dios para ser la madre de su hijo el salvador del mundo.
    
La declaración del dogma, produjo divergencias en algunas iglesias de tendencias protestantes por considerar que María no es una mujer especial y que el hijo de Dios no necesita preservar a su madre del pecado original, entre otras discusiones… para los católicos y ortodoxos, desde los primeros siglos del cristianismo fue venerada la madre de Dios, por tanto era necesario que se declarara este dogma de fe. María es concebida como fruto de la unión de amor de sus padres, Joaquín y Ana. Este es el momento inicial del proyecto salvífico de Dios, lo cual se cumplirá en la concepción de Jesús en el vientre virginal de María. A su vez María, hacia los quince años, concebirá a Jesús, conforme al relato del evangelio de San Lucas, capítulo 1, versículos 26 al 38, proprio de la fiesta de hoy. El ángel Gabriel es enviado por Dios a una joven llamada María, prometida en matrimonio a José. Con el saludo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”, el ángel anuncia que María fue escogida por Dios. Dando continuidad a su anuncio, el ángel comunica a María: “concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y tú lo llamarás Jesús”. Y aclara, afirmando que esto se dará por obra del Espíritu Santo.
    
María, dócil a la voluntad de Dios, dice: “Yo soy la esclava del Señor; hágase en mí según  tu palabra”. Con el sí de María, cielo y tierra se unen. Lo humano es elevado a lo divino y Dios se humaniza. Esto sucede en la intimidad de una casa pobre, en la periferia, en Nazaret de Galilea. Es la humanidad llamada a la participación de la vida divina y eterna! En Jesús tenemos la nueva creación que nace del Espíritu y se hace en un proceso de construcción.         

De este proceso creador las personas participan consciente y libremente.         

Es la nueva sociedad donde la vida brota, florece y fructifica. Las relaciones entre todos, hombres y mujeres, son relaciones de fraternidad, de compartir, de alegría y paz. La violencia, el poder del dinero o de las armas, la explotación del prójimo, frutos de la inseguridad de las personas, ya no  tienen lugar. Que en su vida, María sea acogida como una presencia materna, imagen de Dios, que lo comprometa con el proyecto liberador y vivificante de Jesús, del Padre, y del Espíritu Santo, Amen.

Hna. Alicia Galíndez