Julio Vasquez.

Radio Renacer

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miércoles, 19 de diciembre de 2007

UN MINUTO PARA EL ALMA.

Había un hombre de Sorea, de la tribu de Dan, que se llamaba Manoa. Su mujer era estéril y no había tenido hijos.
El ángel de Yavé se apareció a la mujer y le dijo: "Hasta ahora has sido estéril y no has tenido hijos, pero vas a concebir y darás a luz un hijo.
Ahora fíjate bien en no beber vino ni bebida alcohólica y en no comer nada impuro debido a ese hijo que vas a concebir y dar a luz.
Porque desde el vientre de su madre el muchacho estará consagrado a Dios: no pasará por su cabeza la navaja, pues él será quien comenzará a librar a Israel de manos de los filisteos".
Al volver a su casa, la mujer conversó con su marido y le dijo: "Un hombre de Dios vino a verme. Era tan majestuoso como un ángel de Dios, pero no le pregunté de dónde venía y no me dijo su nombre.
Pero me dijo esto: Vas a concebir y dar a luz un hijo. Por eso, desde ahora no bebas vino ni bebida alcohólica y no comas nada impuro, porque el niño estará consagrado a Dios desde el vientre de su madre y hasta el día de su muerte".
Así fue como la mujer dio a luz un hijo al que puso por nombre Sansón. El niño creció y Yavé lo bendijo;
el espíritu de Yavé comenzó a apoderarse de él en el Campamento de Dan, entre Sorea y Estaol

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