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«Ha sido un acontecimiento eclesial conmovedor y, al mismo tiempo, una oportunidad providencial para el diálogo vivido en un país complejo, pero emblemático para toda la región, debido a su tradición de convivencia y de laboriosa colaboración entre los diferentes componentes religiosos y sociales.
«Los días transcurridos en el Líbano han sido una maravillosa manifestación de fe e intensa religiosidad y un signo profético de paz. La multitud de creyentes de todo Oriente Medio, ha tenido la oportunidad de reflexionar, de dialogar y sobre todo de rezar juntos, renovando el compromiso de enraizar su vida en Cristo. Estoy seguro de que el pueblo del Líbano, en su composición religiosa y social multiforme, pero bien amalgamada, sabrá dar testimonio, con un nuevo impulso, de la paz verdadera; aquella que nace de la confianza en Dios. Espero que los diversos mensajes de paz y de estima que he llevado, ayuden a los gobiernos de la región a dar pasos decisivos hacia la paz y hacia una mejor comprensión de la relación entre cristianos y musulmanes. Por mi parte, sigo acompañando a aquellas queridas poblaciones con la oración para que sean fieles a los compromisos adquiridos».
Frente a los sufrimiento y los dramas en esa zona de Oriente Medio, manifesté mi sincera cercanía a las aspiraciones legítimas de esas queridas poblaciones llevándoles un mensaje de aliento y paz. Pienso en particular en el terrible conflicto que atormenta a Siria, provocando, además de miles de muertos, un flujo de refugiados que converge en esa región a la búsqueda desesperada de seguridad y futuro; y tampoco olvido la difícil situación de Iraq.
Durante mi visita, las gentes del Líbano y de Oriente Medio - católicos, representantes de las otras Iglesias y comunidades eclesiales y de las diversas comunidades musulmanas - han vivido con entusiasmo y en un ambiente distendido y constructivo, una valiosa experiencia de respeto mutuo, de comprensión y de fraternidad, que constituye un signo de esperanza para toda la humanidad. Pero, sobre todo, ha sido el encuentro con los miles de fieles católicos del Líbano y el Oriente Medio, lo que ha despertado en mi mente un sentimiento de profunda gratitud por el ardor de su fe y su testimonio».
«Pude constatar personalmente que
las comunidades católicas del Líbano, a través de su presencia bimilenaria y de su compromiso lleno de esperanza,
dan una contribución significativa y valiosa a la vida cotidiana de todos los habitantes del país», afirmó el Papa, que agradeció a las autoridades institucionales la «calurosa acogida» que le han tributado y que corresponde a la «célebre hospitalidad libanesa». «Los musulmanes me han acogido con gran respeto y consideración sincera; su presencia constante y participante me dio la oportunidad de
lanzar un mensaje de diálogo y colaboración entre el cristianismo y el Islam: me parece que ha llegado el momento de dar un testimonio sincero y decidido en contra de las divisiones , la violencia y las guerras».
Fijar la mirada en Cristo crucificado
El Santo Padre pasó revista a los eventos que han jalonado su viaje apostólico como la firma de la Exhortación Apostólica post-sinodal «Ecclesia in Medio Oriente» en la basílica greco-melkita de San Pablo en Harissa. «En esa ocasión -dijo-
invité a todos los católicos de Oriente Medio a fijar su mirada en Cristo crucificado para encontrar la fuerza, incluso en contextos difíciles y dolorosos, para
celebrar la victoria del amor sobre el odio, del perdón sobre la venganza y de la unidad sobre la división. A todos aseguré que la Iglesia universal está más cerca que nunca (...) de las Iglesias en Oriente Medio y que a pesar de ser un «pequeño rebaño», no tienen por qué temer, sabiendo que el Señor está siempre con ellas».
En el encuentro con los representantes de las instituciones de la República y del mundo de la cultura, el cuerpo diplomático y los líderes religiosos, el Papa indicó «el camino a seguir para promover un futuro de paz y solidaridad; se trata de trabajar para que las diferencias culturales, sociales y religiosas lleguen, en un diálogo sincero, a una nueva fraternidad, donde lo que une es el sentido compartido de la grandeza y de la dignidad de toda persona, cuya vida siempre debe ser defendida y protegida. El mismo día tuve un encuentro con los jefes de las comunidades religiosas musulmanas, que se llevó a cabo en un espíritu de diálogo y benevolencia mutua. Doy gracias a Dios por este encuentro. El mundo de hoy necesita señales claras y fuertes del diálogo y la cooperación, y de ello el Líbano ha sido, y debe seguir siendo, un ejemplo para los países árabes y para el resto del mundo».
Entusiasmo de los jóvenes
Benedicto XVI recordó también el «
entusiasmo incontenible de miles de jóvenes libaneses y de los países vecinos» que lo saludaron en la residencia del Patriarca maronita, y a quienes habló de «la suerte de vivir en esa parte del mundo que ha visto a Jesús muerto y resucitado por nuestra salvación, y el desarrollo del cristianismo, exhortándolos a la fidelidad y el amor por su tierra, a pesar de las dificultades causadas por la falta de estabilidad y seguridad (..) Viendo a los jóvenes cristianos y musulmanes festejando en gran armonía, les animé a construir juntos el futuro de Líbano y el Oriente Medio y a oponerse a la violencia y la guerra. La concordia y la reconciliación tienen que prevalecer sobre las fuerzas de la muerte».
En la Santa Misa dominical en el City Center Waterfront en Beirut, el Papa instó a todos «a vivir la fe y testimoniarla sin miedo, sabiendo que la vocación del cristiano y de la Iglesia es llevar el Evangelio a todos sin distinción, siguiendo el ejemplo de Jesús. En un contexto marcado por ásperos conflictos, subrayé la necesidad de servir a la paz y la justicia, convirtiéndose en instrumentos de reconciliación y constructores de comunión. Al final de la celebración eucarística, tuve la alegría de presentar la Exhortación apostólica que recoge las conclusiones de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para Oriente Medio (...) Este documento quiere llegar a todos los fieles de esa querida tierra, para sostenerlos en la fe y la comunión y animarlos en el camino de la tan deseada nueva evangelización. Por la tarde, en la sede del Patriarcado Siro-Católico, tuve la alegría de un fraternal encuentro ecuménico con los patriarcas ortodoxos y ortodoxos orientales y con los representantes de esas Iglesias y comunidades eclesiales».