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viernes, 21 de octubre de 2011
La lectura para hoy.
Puedo querer hacer el bien, pero hacerlo, no.
De hecho no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.
Por lo tanto, si hago lo que no quiero, eso ya no es obra mía sino del pecado que habita en mí.
Ahí me encuentro con una ley: cuando quiero hacer el bien, el mal se me adelanta.
En mí el hombre interior se siente muy de acuerdo con la Ley de Dios,
pero advierto en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi espíritu, y paso a ser esclavo de esa ley del pecado que está en mis miembros.
¡Infeliz de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo, o de esta muerte?
¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo, nuestro Señor! En resumen: por mi conciencia me someto a la Ley de Dios, mientras que por la carne sirvo a la ley del pecado.
Salmo
Sal 119, 66; 68; 76; 77; 93; 94
Enséñame el buen sentido y el saber, pues tengo fe en tus mandamientos.
Tú que eres bueno y bienhechor, enséñame tus preceptos.
Que tu gracia me asista y me consuele, conforme a tu palabra dada a tu siervo.
Que venga a mí tu ternura y me dé vida, porque mis delicias son tu Ley.
Jamás olvidaré tus ordenanzas pues por ellas me haces revivir.
Tuyo soy, sálvame, ya que he buscado tus ordenanzas.
Evangelio
Lc 12, 54-59
También decía Jesús a la gente: "Cuando ustedes ven una nube que se levanta por el poniente, inmediatamente dicen: "Va a llover", y así sucede.
Y cuando sopla el viento sur, dicen: "Hará calor", y así sucede.
¡Gente superficial! Si ustedes saben interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo es que no comprenden el tiempo presente?
¿Cómo no son capaces de juzgar por ustedes mismos lo que es justo?
Mientras vas donde las autoridades con tu adversario, aprovecha la caminata para reconciliarte con él, no sea que te arrastre ante el juez y el juez te entregue al carcelero, y el carcelero te encierre en la cárcel.
Yo te aseguro que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último centavo.