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lunes, 21 de febrero de 2011
El errático y excéntrico Gadafi ve tambalearse su poder
Alfonso Bauluz | EFE
El líder libio, Muamar al Gadafi, conocido por sus excentricidades, enfrentamientos con Occidente, veleidades sin fin y el más longevo de los dictadores en África, ve tambalearse su poder con los enfrentamientos armados que vive su país, en un desenlace aún por conocer.
Nacido en la ciudad de Sirte en 1942, en el seno de la tribu Gafafa y criado en una familia dedicada al pastoreo de camellos, logró estudiar para acceder a la Academia Militar.
Con sus compañeros de armas supo aprovechar las enseñanzas de liderazgo y alcanzar el mando mediante un golpe de Estado el 1 de septiembre de 1969 cuando derrocó al rey Idris Senussi, en el poder desde la independencia del país en 1951.
Ahora sus habilidades como líder y sus dotes para montar su jaima en cualquier lugar, así como toda la parafernalia de la que durante todos estos años se ha hecho acompañar, están siendo sometidas a prueba, como ya ocurriera en 1986, tras la orden del entonces presidente estadounidense, Ronald Reagan, de bombardear su palacio en Trípoli y la ciudad portuaria de Bengasi.
Sin embargo, la fuerza motora de la actual revuelta tribal que ha sacudido los cimientos de su poder es interna y de nada le valdrá apelar como hizo para acceder al poder a las doctrinas panarabistas del líder egipcio Gamal Abdel Naser, a la vista del derrocamiento de otro titán de la región como Hosni Mubarak, casi tan longevo como él.
Su Al Yamahiria (República) Árabe Libia Popular Socialista ha recurrido al Ejército para tratar de sofocar las violentas protestas que viven las principales ciudades del país y, aparentemente, ha delegado en su hijo Seif el Islam para comunicarse con la población.
Algo inusual en un veterano dirigente acostumbrado a figurar como permanente centro de atención.
En sus cambiantes políticas encaminadas a resplandecer como líder árabe ha recurrido a la desestabilización de países africanos, increpado a los dirigentes palestinos y de otras naciones árabes que han auspiciado negociaciones con Israel, aunque durante la guerra del Golfo Pérsico, en 1991, se abstuviese de apoyar a Sadam Husein.
Entre sus "genialidades" políticas -además de su Libro Verde- en torno a la unidad del mundo árabe ha pretendido establecer alianzas que le pusieran al frente de unos Estados Unidos del Sáhara, o efímeras fusiones con Egipto, Túnez, Argelia o Marruecos.
Creador de la Unión Socialista Árabe, el partido único, los abultados ingresos del petróleo han facilitado sus conocidas excentricidades y megalómanas intervenciones, entre otros países vecinos, en las continuas guerras del Chad.
Superviviente de más de un golpe de Estado, la llamada "revolución cultural", anunciada el 15 de abril de 1973 tras una fallida intentona, significó la solidificación de su poder mediante la formación de los comités populares de base y la creación de un nuevo gobierno, el de la Jamihiriya (Estado de masas), con el que decía dar la voz al pueblo, ese que ahora es silenciado a tiros.
Implacable en la represión de cualquier disidencia, sus complicidades con actividades terroristas significaron la aprobación de sanciones en 1992 por el Consejo de Seguridad de la ONU por su negativa a entregar a dos sospechosos del atentado contra el avión de Pan Am cuando sobrevolaba Lockerbie (Escocia) en 1988 y en el que murieron 270 personas.
El endurecimiento de dichas sanciones y la congelación de fondos libios en 1994 no impidió que mantuviera contactos clandestinos con la red de tráfico nuclear del ingeniero paquistaní A.Q. Khan, con quienes ya tenía contacto desde 1984, según un informe de 2008 del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
Tras la mediación de Nelson Mandela en 1999, entregó a los dos sospechosos de Lockerbie para que fueran sometidos a juicio y ese mismo año celebró el 30 Aniversario de su revolución, al tiempo que intensificaba su campaña de promoción internacional para abrir sus mercados tras siete años de aislamiento.
A sus sistemáticos amagos de abandono de cualquiera de las instancias internacionales en las que participa su país, como la Liga Árabe, han sucedido el pago de indemnizaciones a las víctimas del atentado contra la discoteca berlinesa "La Belle" en 1986, desencadenante de las represalias de Reagan o del avión de UTA en 1989 que abriría la puerta al relanzamiento de los lazos entre París y Trípoli.
En 2003, Estados Unidos y Libia iniciaron una acercamiento después del anuncio de la renuncia de Gadafi al desarrollo de armas de destrucción masiva, que culminó en el intercambio de embajadores en 2008.
En sus viajes al extranjero, ataviado como un beduino tocado con la "taquiya" (pequeño gorro cónico), ha hecho gala de su guardia pretoriana de mujeres, aunque ahora, de momento, ha recurrido a las amenazas en televisión del considerado delfín e hijo de su segunda esposa Seif El Islam ("La espada del Islam").
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