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miércoles, 8 de septiembre de 2010

A Nelson Rossi


La belleza es una virtud temporal y el odio parece ser eterno, me decía, cuando meditabundo se arrojaba desde la parte poética que poseemos los eres humanos. Tengo miedo a los elevadores y a los puentes me afirmaba, es mi insatisfacción crónica de la vida. Algunas veces quisiera guardar silencio por un año y ni siquiera escribir. Pero siempre hay que darle explicaciones de la vida a alguien y esto parece ser una obligación.

Es el tema de una brillante canción que ha sido interpretada para satisfacción de muchos hispanos, en el caso nuestro nos recuerda a esa figura del periodismo dominicano que esparció su sabiduría consubstancial propia y natural de un ser único como lo fue Nelson Rossi.

Yo sabía que el tenia una vida muy reflexiva y sin entretenimiento, y en medio, con que tipo de sociedad se la tenia que ver. Estaba sujeto a un emblema de sociedad que tenia que ver con su vocación antiimperialista con las mil y una noches de desvelo. Estoy seguro que si le hubiesen llevado a Egipto él solo construye varias pirámides. Nunca pensó en la iglesia ni en la horca; si llevaba consigo una pequeña biblia y una bufanda al cuello, todo ese equipo personal como mochila era el precio a su responsabilidad y humildad que mantenía como su cofre más importante.

Nunca vio el mundo a distancia pero, sin lentes se lo imagino como realmente es, ni odio tanto a Moisés Pérez como Moisés a él. A Nelson Rossi pocos le conocieron pero demasiado leyeron sus artículos. Nelson había conquistado una vida llena de sorpresas, perdió la vida por descuido y sin brújula con un diario vivir que le golpeaba sin piedad, montado en sus dos pies caminaba Manhattan, y era portador de una tragedia que pocos desearían; con una sonrisa intermitente e insegura, llena de ingenuidad. Como todo ser humano tenia un rostro personal que llenaba de orgullo, pero que no mostraba. Necesitaba hablar de las conjeturas o noticias verídicas o el encuentro de los adversarios, era el tema diario tanto en público como en privado, crónica cotidiana como discurso histórico.

Se mezclaba entre pobres y ricos y, desde un rincón observaba los gurúes del andamiaje político empresarial, luego escapaba sin nadie darse cuenta de la misma forma como había llegado. Siempre se refería al cambio que debería tener nuestra sociedad. Mostraba las frases utilizadas por los políticos y sus artimañas para seguir montados en el palo. Caía en su rostro el desgaste de la lucha de su propia subsistencia, su propio microcosmos que, como drama, le hacia sudar entre invierno y verano.

He dicho que pocos periodistas en Nueva York tienen la capacidad de contar e investigar como lo hizo Nelson. Quería imaginarse un mundo maravilloso, sin Linares, Nelson Peña, Miguel Martínez, Ydanis Rodríguez, Nelson Castro y por supuesto Moisés Pérez, así mostraba lo difícil que seria para el vivir la geoestratégica de su dramática existencia. Peligraba su vida, por momentos pero, el Dios de los periodistas nunca le hizo caso. Vivió en la frontera de cada cual haciendo su propia caricatura, nunca aprendió a vivir el día a día pero muchos creíamos que iba a ser su ultimo.

Nelson Rossi como una leyenda de sus propias pisadas no morirá, será parte de la gobernabilidad que el proponía porque sus ideas y propósitos para una vida mejor siguen siendo los mismos a estas alturas. El no entendía que las hostilidades del mundo político son algo normal de estos tiempos. Poseía un símbolo de ideas antiquísimas que le servían de guía, él era su propio monumento aunque de vez en cuando le gustaba el aspecto duro y campechano de Hipólito.

Nunca creyó en la reversibilidad de su postura ni de los elementos específicos de su subsistencia patológica, fue contestatario contra el poder corrupto y casi tiránico de los imperios, además, su injusticia aquí en la tierra decía; y que todo imperio era difícil y arrogante. Por eso llevo una confrontación atroz contra el poder corrupto y corruptor, ahí estuvo la negación para ayudarlo, adjunto a ese pesar una ejemplar amargura personal ocupo un espacio importante en su mochila de viaje, agréguele una identidad perdida y sumergida en el olvido de sus compañeros de pluma.

Para algunos sus denuncias y su pluma eran armas químicas y para otros su muerte fue una solución y respiro. Su vida fue infinitamente amarga y su posición agridulce, como amigo fue un santo; que Dios le tenga en la gloria. Falleció, en la paz del señor, el 13 de Junio del 2008

Róman Polanco

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