Agradecemos a Dios por el reciente viaje del Papa Francisco a tres países del África: Kenia, Uganda y República Centroafricana, en las cuales manifestó amor, solidaridad y misericordia como mensajero de la paz, sintiéndose hermano con ellos, y compartiendo sus sufrimientos y tribulaciones, e incluso bajo amenazas de muerte por causa del terrorismo. Francisco no faltó a su cita con los refugiados, los pobres, los excluidos, los jóvenes, y con aquellas personas que sufren persecución y tortura por causa de su fe, allí estuvo el hermano Francisco, para sostenerlos y compartir con ellos la fe y la esperanza en la caridad.
Agradecemos también a Dios porque El Papa Francisco ha convocado el año de la Misericordia y el jubileo extraordinario que iniciará el 8 de diciembre fiesta de la Inmaculada Concepción y concluirá el 20 de noviembre del 2016 fiesta de Cristo Rey del universo.
Un año en el cual el Papa nos hace mirar al prójimo con entrañas de misericordia, para que podamos ser misericordiosos como nuestro Padre Dios es misericordioso. Es a ejemplo de Dios, quien no siente “lástima” sino misericordia por los que sufren, los marginados, pobres, enfermos, ancianos, refugiados y se pone en el lugar de ellos para mirarlos y acogerlos con amor, con respeto, dignidad como sus hijos muy amados. Es esta la misericordia que cada uno de nosotros estamos llamados a vivir, siendo solidarios y verdaderos hermanos de nuestros hermanos.
El Papa en su reciente “Bula”, además, convoca a la apertura de la puerta santa para el III domingo de Adviento, “se abrirá la Puerta Santa en la Catedral de Roma, la Basílica de San Juan de Letrán. Sucesivamente se abrirá la Puerta Santa en las otras Basílicas Papales. Para el mismo domingo establezco que en cada Iglesia particular, en la Catedral que es la Iglesia Madre para todos los fieles, o en una iglesia de significado especial, se abra por todo el Año Santo una idéntica Puerta de la Misericordia. Ella podrá ser abierta también en los Santuarios, meta de tantos peregrinos que en estos lugares santos con frecuencia son tocados en el corazón por la gracia y encuentran el camino de la conversión. Cada Iglesia particular, entonces, estará directamente comprometida a vivir este Año Santo como un momento extraordinario de gracia y de renovación espiritual. El Jubileo, por tanto, será celebrado en Roma así como en las Iglesias particulares como signo visible de la comunión de toda la Iglesia. Queremos vivir este Año Jubilar a la luz de la palabra del Señor: Misericordiosos como el Padre. El evangelista refiere la enseñanza de Jesús: «Sed misericordiosos, como el Padre vuestro es misericordioso » (Lc 6,36). Es un programa de vida tan comprometedor como rico de alegría y de paz.
El imperativo de Jesús se dirige a cuantos escuchan su voz. Para ser capaces de misericordia, debemos en primer lugar ponernos a la escucha de la Palabra de Dios. Significa recuperar el valor del silencio para meditar la Palabra que se nos dirige. De este modo es posible contemplar la misericordia de Dios y asumirla como propio estilo de vida. La peregrinación es un signo peculiar en el Año Santo, porque es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia”.