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lunes, 16 de noviembre de 2015

¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!

Sucedió que, al acercarse él a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazoreo y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?» El dijo: «¡Señor, que vea!» Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado». Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.
Oración introductoria
Señor Jesús, aquí me tienes, como un mendigo ciego y pobre. ¡Ten compasión de mí! ¡Haz que vea y experimente en esta meditación el gran amor que Tú me tienes! Que tu Palabra penetre en mi mente y en mi corazón.
Petición
Señor, concédeme perseverar en la vida de oración y en mi fidelidad a Ti.
Meditación del papa Francisco
Esta periferia no podía llegar al Señor [el ciego en el camino a Jericó], porque este círculo -pero con buena voluntad – cerraba la puerta. Y esto sucede con frecuencia, entre nosotros creyentes: cuando hemos encontrado al Señor, sin que nosotros nos demos cuenta, se crea este microclima eclesiástico. No solo los sacerdotes, los obispos, también los fieles.
Pero nosotros somos esos que están con el Señor. Y de tanto mirar al Señor no miramos la necesidad del Señor, no miramos al Señor que tiene hambre, que tiene sed, que está en prisión, que está en el hospital. Ese Señor, en el marginado. Y este clima hace mucho mal.
El grupo que se siente preelegido, que quiere conservar este pequeño mundo alejando a quien moleste al Señor, incluidos los niños. Cuando en la Iglesia, los fieles, los ministros se convierten en un grupo así… no eclesial, sino ‘eclesiástico’, de privilegio de cercanía al Señor, tienen la tentación de olvidar el primer amor, ese amor tan bonito que todos hemos tenido cuando el Señor nos ha llamado, nos ha salvado, nos ha dicho: ‘Pero yo te quiero mucho’. Esta es una tentación de los discípulos: olvidar el primer amor, es decir, olvidar también las periferias, donde yo estaba antes, aunque sintiera vergüenza. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 17 de noviembre de 2014, en Santa Marta).
Reflexión
Cada vez que Jesús llegaba a una población se armaba un gran revuelo. Mucha gente tenía un deseo de conocerle por lo que habían oído de Él y otros lo hacían por mera curiosidad. Al acercarse a Jericó se encuentra un ciego que pedía limosna. Se sorprende al escuchar tanto ruido y se interesa por lo que pasa. Alguien le dice: “Jesús, el de Nazaret, está pasando por ahí”, y el ciego comienza a gritar: “Hijo de David, ten compasión de mí”. Con esto consiguió que algunos se molestaran con sus gritos e intentaron que se callara. Pero insistía más. Jesús se detiene y ordena que le traigan al ciego. Le pregunta: ¿Qué quieres que haga por ti? “Señor, que vea”, respondió. La reacción de Jesús es inmediata: “Recobra la vista, tu fe te ha salvado”. El ciego logra por su fe lo que Cristo ofrece por su caridad.
Cuánto nos enseña el Señor en un solo hecho. En este pasaje se muestra una persona que busca la solución a su problema físico. Solución que pasa por la fe. Este hombre probablemente nunca había visto al Señor; habría oído mucho sobre él. Esto le bastó para creer que Jesús era hijo de David y también para saber que Jesucristo tenía un corazón tan grande que siempre se compadecía de aquellos que sufrían. Cristo nunca coarta la libertad, sino que respeta profundamente a cada ser humano. “¿Qué quieres que haga por ti?” El ciego responde sencillamente con lo que tenía dentro del corazón: “Señor haz que vea”, y Jesús se compadece de inmediato.
Lo hermoso del pasaje y lo que nos puede ayudar a reflexionar más es la actitud del ciego una vez que deja de serlo, y es que “sigue a Jesús glorificando a Dios”.
Propósito
No sólo buscar a Jesús por conveniencia o por curiosidad, sino buscarlo para tener un encuentro personal con Él.
Diálogo con Cristo
Señor, dame la fe para saber que Tú siempre estás conmigo. Necesito la habilidad de ver todo desde tu punto de vista. Permíteme adorarte y glorificarte por tu constante compañía y por nunca dejarme solo en mis problemas y tristezas. Aumenta mi fe para ser capaz de experimentar tu amor en las dificultades y pruebas.