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domingo, 16 de noviembre de 2014

El amor cristiano puede cambiar el mal por el bién

Uno de los peores males es la incertidumbre en un ambiente donde lo único cierto es la inseguridad,  debido a la ausencia de instituciones que funcionen apegadas a un mínimo de respeto a las normas imprescindibles para ofrecer a los ciudadanos  seguridad personal, alimentación, educación y salud como pre-requisitos básicos para erradicar la incertidumbre.
    
Cuando los miembros de una familia se levantan y no tienen ni para un café o un té de hojas de naranja, ahí comienza la incertidumbre a castigar con la duda y el miedo la vida de esa familia entera.
    
Por esta razón un buen Gobierno se debería manejar como un buen padre de familia que procura por todos los  medios que en cada hogar no falten las tres calientes, aunque sean moderadas.
    
Esta es una meta relativamente fácil de lograr en un país tropical con tierras fértiles y agua en abundancia.

¿Por qué no se logra esta meta?

Entre otras muchas razones, porque en vez de promover el trabajo y la producción se ha promovido el asistencialismo con fines político-clientelares.
    
Si el 50% de las facilidades de Petro-Caribe se hubieran sembrado en el campo, hoy tuviéramos menos deudas, hubiéramos aumentado las exportaciones y mejorado la desnutrición y la balanza de pago de la República Dominicana.
    
Otro grave error ha sido el endeudamiento para gastos corrientes, subsidios alegres a las generadoras de electricidad, algunas empresas y gremios.
    
Nuestro nivel de endeudamiento ya tocó fondo. El 50% de nuestros ingresos ya se debe.
    
Urge frenar esta carrera desbocada de préstamos para gastos presupuestales y subsidios. El mínimo de sentido común nos dice que este es un modelo equivocado.
    
O cambiamos este modelo económico o nos hundimos en el abismo de la incertidumbre de cómo hacer frente a esos compromisos que estamos contrayendo muy alegremente haciendo un uso abusivo del control de todos los Poderes del Estado en las manos de políticos sin ninguna visión de futuro y  respeto por el gran sacrificio de los fundadores de la Nación dominicana.
    
Sin un mínimo de independencia económica no es posible el respeto por la soberanía nacional y nuestra auto-determinación como una Nación libre y soberana.
    
En este momento ni somos libres ni soberanos, porque todo el que no tiene su casa en orden y con un mínimo de seguridad, en cualquier momento puede ser intervenido por cualquier intruso tanto de afuera como de adentro.

¿Qué podemos hacer frente a esta situación?

El primer paso es caer en la cuenta que este modelo del mal debe ser cambiado  por un modelo del bien que se consigue por medio de una educación cívico-moral cimentada en el amor cristiano.

Todas las religiones han predicado el amor.
    
Pero Cristo,  antes de predicar el amor  lo practicó al despojarse de su rango divino, para hacerse hombre, como dice Pablo: “En todo igual a nosotros menos en el pecado”.
    
¿En qué consiste el amor cristiano? En olvidarnos de nosotros mismos para procurar el bien para los demás, en especial los más necesitados.
    
Sólo el amor cristiano puede domesticar el león, la fiera del egoísmo que todos, sin excepción, llevamos dentro.
    
San Pablo, en su carta a los Romanos,  Capítulo 12, Vers. 9-12, nos dice: “Que el amor sea sincero. Aborrezcan el mal y procuren todo lo bueno. Que entre ustedes el amor fraterno sea verdadero cariño y adelántense al otro en el respeto mutuo. Sean diligentes y no flojos. Sean fervorosos en el espíritu y sirvan al Señor. Tengan esperanza y sean alegres. Sean pacientes en las pruebas y oren sin cesar”.
    
Estamos llamados a combatir el mal con el bien y esto sólo es posible con la fuerza del amor de Cristo, que se humilló para elevarnos a la categoría de hijos de Dios.

Es urgente volver a la civilización en el amor cristiano.
Juan Núñez Collado