El París de 1875 había despertado presuroso, precisamente un catorce de febrero fecha de los enamorados cuando el día despuntaba desafiante, abriéndose paso entre la bruma vaporosa del amanecer y cuando la alegre luz del sol enromaba el cosmos.
Los parisinos tempraneros evocaban un París idílico, de rapsodas, cantando desde la colina de Montmartre, a orillas del río Sena, cerca del barrio de la bohemia; artistas dibujando el crepúsculo matutino y el poeta, Paúl Verlaine, declamaba a una bella y hermosísima dama parisina cuyos encantos de mujer sensual despertaron sus dulces sueños, el poema “Mi sueño”:
Sueño a menudo el sueño sencillo y penetrante/de una mujer ignota que adoro y que me adora/, que, siendo igual, es siempre distinta a cada hora/y que las huellas sigue de mi existencia errante/. Se vuelve transparente mi corazón sangrante/ para ella, que comprende lo que mi mente añora/; ella me enjuga el llanto del alma cuando llora/y lo perdona todo con su sonrisa amante/. ¿Es morena ardorosa? ¿Frágil rubia? Lo ignoro/. ¿Su nombre? Lo imagino por lo blando y sonoro/, el de virgen de aquellas que adorando murieron/.Como el de las estatuas es su mirar de suave/y tienen los acordes de su voz, lenta y grave/, un eco de las voces queridas que se fueron…
¡Así es París, apasionado y clásico! De pronto el amigo François gesticula con sus manos y de pronto se presenta ante su vista, y asombrado, aclama: “¡Adivine quién aparece en la escena!: Nada más y nada menos que el extraordinario poeta francés Arthur Rimbaud”. François se acerca a Rimbaud y le pide que recite un poema de amor. Rimbaud pregunta: “¿Qué día es hoy?” y François contesta: “14 de febrero de 1875”. “¡Maravillosa fecha! ¿Qué te parece Francois si recito el poema ‘Sensación’?” “¡Fantástico Arthur!”, asintió François.
“Iré, cuando la tarde cante azul, en verano/, herido por el trigo, a pisar la pradera/; soñador, sentiré su frescor en mis plantas/ y dejaré que el viento me bañe la cabeza/. Sin hablar, sin pensar, iré por los senderos/, pero el amor sin límites me crecerá en el alma/.Me iré lejos, dichoso, como con una chica/, por los campos, tan lejos como el gitano vaga”.
Mientras el poeta declamaba en el parque de Bercy, a orillas del río Sena, el público se aglomeraba a su alrededor a oír al vate recitar; entretanto las frescas brisas descubrían con su soplo sedoso unas hermosas nalgas parisinas, como de porcelana, que se exponían seductoras a la vista de todos.
François, enloquecido por lo que ante sus ojos se exhibía, exclamó eufórico: ¡Estoy viendo a París desnuda! Luego aparece en el ambiente el escritor alemán Bernhardt, de visita en París, y ante el asombro espeta: “No olvides, François, que el primer beso no se da con la boca, sino con los ojos”.
“No en balde”, irrumpió otro, “hoy es día del amor y la amistad, por eso París luce con tantos corazones encarnados”. “A propósito, quiero hacerles una pregunta a ustedes que son grandes poetas”, interviene una joven parisina, “¿Cómo definen ustedes los poetas el amor?” “¡Te diré! Es como sentir que tu mundo es mi caricia, sentir que tu sueño es mi deseo, sentir que tu mirada es mi descanso, sentir que tu nombre es mi canción, sentir que tu boca es mi refugio, sentir que tu alma es mi regalo, sentir que existes, sentir que vivo para amarte”.
Inmediatamente irrumpe un joven también deseoso de indagar sobre el amor. “Poeta, siguiendo la pregunta anterior de la joven, ¿podría haber otra forma de expresar el amor?” Si, ¿qué les parece este otro poema, muy apropiado para el momento? Responderé a tu interesante pregunta con otro verso, que debes declamárselo a tu amada en este día del amor:
Siento el ruego del muro/ de tu cuarto que delira en sueños/, junto con tu conciencia mi nombre/, esos sueños perdidos entre/ ráfagas de besos y miradas/profundas como el inmenso/océano donde viven/ los paradisíacos recuerdos/de nuestro amor.
“Ahora bien”, interviene François, “debo traer a este día y en este precioso parque parisino una frase del poeta portugués Fernando Pessoa que ustedes deben siempre no sólo llevar en su corazón, sino lanzarla al aire para que el amor reverbere siempre: ‘Amo como ama el amor. No conozco otra razón para amar que amarte. ¿Qué quieres que te diga además de que te amo, si lo que quiero decirte es que te amo?’ ¡Un momentito! Les recitaré un poema de Andrea Rivadero, que viene siendo una maravillosa y sublime respuesta al amor:
Ya no hay respuestas que deban esperar/ ni fantasías que no haga realidad/.Tu cita ya no tiene un tiempo/, es ahora, aquí, para siempre/.Abrázame fuerte, no me sueltes/, juro que llegaremos juntos al cielo/. Despójame de toda inhibición y/bautízame con tu amor/.Deja que guarde en el baúl/ de los recuerdos cada movimiento/, que encierre el excitante aroma de tu cuerpo/ y Dios retenga el reloj eternamente/. Que nuestro ángel testifique este momento/, dibujando frente a la hoguera del amor/ esta pasión desbordada/, estos versos escritos con sudor/. Renace, queda en mí, no dejes de amarme/. Amanecer mágico, perfecta fusión de corazones/. Te invito a escribir poemas de amor/esta noche, cuando quieras, en mis brazos.”
Evoco, finalmente, en este día memorable de enamorados y de la amistad mi infancia de sueños y de romances en aquel Santiago que era mi Paris, trayendo ante ustedes la hermosísima pagina musical “VEN escrita, como para enamorados, por el eminente compositor Manuel Sánchez Acosta, interpretada en la voz dulce y melodiosa del inmortal Rafael Colón:
Ven,/ no te alejes de mi corazón/ Oye bien las palabras de amor/ que hay en esta canción"/ "Anoche soñé/ que estábamos tú y yo en París/ en luna de miel/ Era una parejita feliz".
Rafael A. Escotto