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martes, 5 de noviembre de 2013

En busca de una relación estable

El joven enamorado, decidido a formalizar la relación con su novia, quiso entrar en la moda de estos tiempos, solicitando matrimonio de forma sorpresa. Era un hombre humilde que con grandes esfuerzos familiares y propios había logrado terminar su carrera y en poco tiempo hacer una pequeña fortuna.

Intentó ser original buscando el “SI” mientras también intentaba descubrir la autenticidad del amor de aquella joven hermosa con quien llevaba una relación desde el inicio de sus estudios. Preparó tres habitaciones con motivos distintos. La primera estaba llena de flores y pétalos rojos, luces de vela y música ambiental, la segunda forrada en papeletas de diferentes denominaciones dando la impresión de ser la caja fuerte de un banco. La tercera estaba desprovista de lujo, una cama pequeña en el centro, un portarretrato con la foto de los dos, y dos copas de vino.

La llevó de la mano pidiéndole que entrara en la habitación con la cual se identificara más. La joven le pidió quedarse sola mientras inspeccionaba el ambiente. También enamorada, no quería defraudar a su compañero. Abrió la puerta de la primera habitación, el corazón le dio un salto de emoción, cerró los ojos y dejó que el aroma de las rosas le penetrara los sentidos, escuchaba la música con deleite. “Es maravilloso todo esto, me encantan las flores y mas las rosas rojas”, se dijo para sí misma.

Abrió entonces la segunda puerta y sorprendida por cuanto estaba viendo se detuvo a observar intentando quitar emoción al momento. Reflexionó, “el dinero no es lo que busca, se de sus esfuerzos por avanzar y crecer y mejorar sus condiciones de vida, pero por cuanto le conozco se que esta es una manera de procurar la tranquilidad para que sus descendientes tengan mejores oportunidades que las suyas, y yo desde que le conozco no me he visto de otra forma que no sea a su lado”.

Al abrir la tercera puerta sintió una conmoción especial, el salto de los sentidos invitándole a entrar a la habitación donde le esperaba la mayor de todas las sorpresas. La recorrió despacio y descubrió el tibio aroma del perfume de su novio al que estaba acostumbrada, ese olor a madera nueva que tanto le gustaba. Siempre le decía que aquel perfume la había enamorado para siempre. Tocó algunos de los elementos de la pieza y cuando tomó la imagen de ambos en el portarretrato para observarla de cerca descubrió en la parte trasera un pequeño cofre con el anillo con el cuál la invitaba a comprometerse.

Al salir, él le esperaba con la emoción de los primeros días. “Sabía que contigo no me equivocaba, que eres la mujer con la cual quiero pasar mi vida y construir una familia”.
“Quisiste probarme” le dijo ella un tanto irónica, “no era necesario, yo estoy convencida de quien soy y cuanto busco contigo, te amo y solo procuro que seamos felices, todo cuanto ha de venir será un complemento, no importa vivir en cualquiera de estos tres espacios que has preparado, siempre que sea contigo”. “No ambiciono mas que la vida a tu lado”. Y en un abrazo tierno pero intenso sellaron el compromiso.

Hoy día, las relaciones de “para toda la vida” han pasado a ser un extraño suceso entre personas aún mas extrañas. El concepto de lo desechable entra en el plano de cualquier tipo de relación humana. Ya no importa perder un amigo, enemistarse con un familiar aun sea su propio padre o madre y menos a alguien en el plano afectivo, siempre y cuando se entienda su no conveniencia.

Cierto que no podemos seguir repitiendo los patrones de tolerancia y sumisión con que nos han formado, pero tampoco sacrificar la estabilidad por un berrinche o un alto nivel de intolerancia.

Las relaciones humanas son difíciles, dada las diferencias naturales entre la gente, por cuanto deben ser sopesadas las inconsistencia propias de esta realidad. Buscar el punto medio, el equilibrio.  


Benjamín García