Esa idea de los ‘maestros ambulantes’ es acaso la única solución práctica del problema de la enseñanza en los países de mucho campo, o de poblaciones de pocos habitantes. El maestro tiene que ir a aquellos que no pueden ir al maestro. Y como la técnica es pesada y poco gustosa, no se debe ser, ni en el campo ni en la ciudad, ni en la escuela fija ni en la escuela a caballo, maestro de técnica, sino de práctica. No deben enseñarse reglas sino resultados. Hay que crear, sí, escuelas normales; pero no escuelas normales de pedantes, de retóricos, de nominalistas; sino de maestros vivos y útiles que puedan enseñar la composición, riquezas y funciones de la tierra, las maneras de hacerla producir y de vivir dignamente sobre ella, y las noblezas pasadas y presentes que mantienen a los pueblos, preservando en el alma la
Martí estaba convencido de que un pueblo educado constituía la garantía para su desarrollo. Convencido que para lograr la educación del pueblo, era necesario poner atención a la formación de los maestros, abogó con pasión por la creación de Escuelas Normales. Sin profesores bien formados, no era posible materializar un proyecto educativo.
Como historiadora me sentí complacida cuando Martí abogaba por una buena enseñanza de la historia. Era, decía, la única forma de comprender lo que acontecía en el pequeño mundo de su Cuba amada y en el gran mundo que incluía las complejas relaciones con los imperios en lucha:
¿Pero por qué no me enseñan mejor la historia que debe ser tan bella, con los hombres peleando por esta luz que siento en mí, y la historia natural, las costumbres de los animales, las costumbres de las plantas, las semejanzas que yo noto entre mi propio cuerpo y las plantas y los animales? [i]
Me encantó la diferencia que establece Martí entre educar y criar. Decía que se cría a los carneros, toros y caballos, pero se educa a los seres humanos, porque a los caballos, toros y carneros les cuidan, afinan y desenvuelven las partes del cuerpo que han de necesitar para el oficio a que se les destina, el hueso si son para la carga, la fibra si son para la matanza, los
Martí abogaba por una educación basada en la práctica, como señalamos en el artículo anterior, pero que tuviera un fundamento humanista, que estimule la creación, pero sobre todo, que desarrolle conciencia social y política.
¿Puede vivir un hombre en su ser íntegro sin saber todo eso, ni contribuir naturalmente a la fuerza y la paz de su República? Pues si eso es indispensable a los hombres, lo que debe enseñárseles, lo que no puede dejar de enseñárseles, es eso. La educación primaria debe rehacerse, de manera que todo eso sea explicado en ella, a fin de que al entrar el niño en la vida, en la edad temprana en que entran en ella los pobres, sepa todo lo indispensable para escoger su vía, ocuparse en algún oficio de utilidad general, conocer lo que vale como columna y brazo de su pueblo, para que no se lo coman los demagogos o los tiranos y no andar como andan los jóvenes de ciudad en casi todas partes, pidiendo por misericordia o por favor su puesto.
Da mucha pena ver empezar tan pronto la mendicidad. ¿Qué educación es esta, que ni en la juventud son fuertes ni dignos los hombres? Para algo más se ha hecho la mejilla que para teñirse de vergüenza.
Martí no puede dejar a un lado su compromiso político y sus luchas por la independencia cubana.
Todo, absolutamente todo, estaba mediado por esta convicción. Las novelas, las obras de Teatro, e incluso sus poesías, se reflejaban sus idas políticas. Por eso no es de extrañar que las ideas educativas martianas estuviesen también marcadas.
Pero esta mejora parcial en el modo de disciplinar el carácter y la razón, que continúan entorpecidos por el resto del sistema de la educación de letras, no basta, como se ve, para poner al niño en el conocimiento del orden, armonías y fuerzas del mundo y de los elementos de riqueza y modos de producirla, aprovecharla y cambiarla; ni le enseñan con la ciencia de su cuerpo y alma y de su semejanza y relación con el Universo, aquella religiosidad, paz y alegría que vienen inevitablemente de conocerlas; ni le preparan para la prosperidad personal, la generosidad que esta engendra, y la conciencia y hábito de sí, que levantan el hombre a su grado perfecto, mientras no le pone alas la muerte.
Ahora bien, a pesar del sesgo ideológico que impuso a sus convicciones educativas, las propuestas pedagógicas de José Martí, todavía siguen siendo válidas hoy, más de un siglo después de haber sido concebidas. La educación en valores se ha rescatado después que los educadores hemos comprendido que la escuela debe ser también forjadora de ciudadanía responsable y comprometida con su sociedad. Asimismo, la educación basada en la praxis, combinando teoría y práctica, es una vieja idea que ha sido rescatada, después de años gastando tiempo en teorías aéreas, sin vínculo alguno con la vida de los niños. Entonces, como hemos dicho otras veces, Martí fue un pensador que trascendió su tiempo y sus fronteras geográficas. -