Hay cosas que son imparables. Pueden frenarse algo pero al final sabemos que es un proceso
irreversible. Por ejemplo, el uso de libros electrónicos en la liturgia.
Ya sé que de momento se nos ha dicho que mejor no, pero es igual, al final las cosas se van imponiendo por sí mismas. Cuando viajo con un grupo de la parroquia fuera de España, lo hago con mi maletín litúrgico donde llevo todo lo necesario para celebrar misa. No siempre es fácil encontrar una iglesia disponible, así que mejor llevar uno todo para poder celebrar donde sea. No digamos sí es en países de tradición básicamente musulmana. Pues para esos casos entiendo que un iPad es la solución definitiva.
Tanto el iPad como el teléfono móvil hace tiempo que los vengo útilizando para la liturgia de las horas e incluso para lectura espiritual aprovechando las mil aplicaciones que para ello existen. He de reconocer que también ya en una ocasión para celebrar misa.
Comprendo que la belleza del misal es lo que es, y que la dignidad de un buen leccionario es básica. Más digno es un evangeliario que el leccionario común. Y más digno un iPad que algunos misales que se encúentran por ahí con más mataduras que un burro viejo, sin actualizar, sucios, desencuadernados. Por no hablar de otras cosas.
Hoy por hoy no se me ocurriría cambiar los libros litúrgicos de la parroquia por tablets. Pero esto es un proceso irreversible. No veo tan disparatado celebrar con una tableta o hacer las lecturas con un libro electrónico. De hecho, ¿cuantos sacerdotes, religiosos y laicos rezamos el oficio con medios eldctrónicos? Desde luego un servidor ya reza el ofici así y ha celebrado alguna misa de esa forma. Podemos pararlo un pequeño tíempo, pero finalmente se acabará imponiendo. Completamente ineviP
Por padre González Guadalix.