(Diego Ximenes/InfoCatólica) «El futuro exige hoy la tarea de rehabilitar la política, que es una de las formas más altas de la caridad, el futuro nos exige una visión humanista de la economía y una política que logre cada vez más y mejor participación de las personas mejor la participación de las personas, evite el elitismo e erradique a pobreza», dijo el Papa.
Teniendo como palco el Teatro Municipal de Río de Janeiro, el Obispo de Roma reconoció la importancia de quienes asumen responsabilidades en el campo público e hizo votos para que actúen «en el pleno respeto de los principios éticos basados en la dignidad trascendente de la persona».
Quien dirige a otros debe saber «elegir la más justa de las opciones después de haberlas considerado, a partir de la propia responsabilidad y el interés por el bien común; ésta es la forma de ir al centro de los males de una sociedad y superarlos con la audacia de acciones valientes y libres», apuntó.
Es su responsabilidad «es importante comprender la totalidad de la realidad, observando, sopesando, valorando, para tomar decisiones en el momento presente, pero extendiendo la mirada hacia el futuro, reflexionando sobre las consecuencias de las decisiones».
Y afirmó que «quien actúa responsablemente pone la propia actividad ante los derechos de los demás y ante el juicio de Dios; este sentido ético aparece hoy como un desafío histórico sin precedentes. Además de la racionalidad científica y técnica, en la situación actual se impone la vinculación moral con una responsabilidad social y profundamente solidaria».
Invitó a los presentes y a quienes quienes desempeñan un papel de guía a «tener objetivos muy concretos y buscar los medios específicos para alcanzarlos «superando el peligro de la desilusión, la amargura, la indiferencia, cuando las expectativas no se cumplen».
Recordó que la «virtud dinámica» de la esperanza impulsa a quien se consagra a trabajar por el bien común a ir siempre más allá, a emplear todas las energías y capacidades en favor de las personas para las que se trabaja, aceptando los resultados y creando las condiciones para descubrir nuevos caminos, entregándose incluso sin ver los resultados».
Para el Pontífice es imposible imaginar un futuro para la sociedad «sin una incisiva contribución de energías morales en una democracia que no sea inmune de quedarse cerrada en la pura lógica de la representación de los intereses establecidos».
Por ello, consideró fundamental la contribución de las grandes tradiciones religiosas que desempeñan un papel fecundo de fermento en la vida social y de animación de la democracia en el marco de una correcta laicidad del Estado.
De hecho - dijo - el cristianismo, que combina la trascendencia y la encarnación, revitaliza siempre el pensamiento y la vida ante la frustración y el desencanto «que invaden el corazón y se propagan por las calles».
E indicó que hacer crecer la humanización integral y la cultura del encuentro y de la relación es la manera cristiana de promover el bien común». Respecto a este novel expresión, «cultura del encuentro, el Papa Francisco dijo ser a única vía para una real convivencia humana: «entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta, siempre hay una opción posible: el diálogo».
«El único modo de que una persona, una familia, una sociedad, crezca; la única manera de que la vida de los pueblos avance, es la cultura del encuentro, una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que aportar, y todos pueden recibir algo bueno a cambio. El otro siempre tiene algo que darme cuando sabemos acercarnos a él con actitud abierta y disponible, sin prejuicios».
«Hoy o se apuesta por la cultura del encuentro, o todos pierden; seguir la vía correcta hace el camino fecundo y seguro», enfatizó.
Según el Papa la construcción de una sociedad justa no es una utopía «sino que son el resultado de un esfuerzo concertado de todos por el bien común», donde la atención a los mas débiles exige una dedicación especial.
«Que a nadie le falte lo necesario y que se asegure a todos dignidad, fraternidad y solidaridad … porque los gritos que piden justicia continúan todavía hoy», clamó con energía.
Después de exponer como elementos «clave» para el ejercicio de la responsabilidad pública el humanismo integral, la responsabilidad solidaria y diálogo constructivo, pidió empeñarse con perseverancia en el compromiso por el bien común y a formar «nuevas generaciones, capaces en la economía y la política, y firmes en los valores éticos».
Teniendo como palco el Teatro Municipal de Río de Janeiro, el Obispo de Roma reconoció la importancia de quienes asumen responsabilidades en el campo público e hizo votos para que actúen «en el pleno respeto de los principios éticos basados en la dignidad trascendente de la persona».
Quien dirige a otros debe saber «elegir la más justa de las opciones después de haberlas considerado, a partir de la propia responsabilidad y el interés por el bien común; ésta es la forma de ir al centro de los males de una sociedad y superarlos con la audacia de acciones valientes y libres», apuntó.
Es su responsabilidad «es importante comprender la totalidad de la realidad, observando, sopesando, valorando, para tomar decisiones en el momento presente, pero extendiendo la mirada hacia el futuro, reflexionando sobre las consecuencias de las decisiones».
Y afirmó que «quien actúa responsablemente pone la propia actividad ante los derechos de los demás y ante el juicio de Dios; este sentido ético aparece hoy como un desafío histórico sin precedentes. Además de la racionalidad científica y técnica, en la situación actual se impone la vinculación moral con una responsabilidad social y profundamente solidaria».
Invitó a los presentes y a quienes quienes desempeñan un papel de guía a «tener objetivos muy concretos y buscar los medios específicos para alcanzarlos «superando el peligro de la desilusión, la amargura, la indiferencia, cuando las expectativas no se cumplen».
Recordó que la «virtud dinámica» de la esperanza impulsa a quien se consagra a trabajar por el bien común a ir siempre más allá, a emplear todas las energías y capacidades en favor de las personas para las que se trabaja, aceptando los resultados y creando las condiciones para descubrir nuevos caminos, entregándose incluso sin ver los resultados».
Para el Pontífice es imposible imaginar un futuro para la sociedad «sin una incisiva contribución de energías morales en una democracia que no sea inmune de quedarse cerrada en la pura lógica de la representación de los intereses establecidos».
Por ello, consideró fundamental la contribución de las grandes tradiciones religiosas que desempeñan un papel fecundo de fermento en la vida social y de animación de la democracia en el marco de una correcta laicidad del Estado.
De hecho - dijo - el cristianismo, que combina la trascendencia y la encarnación, revitaliza siempre el pensamiento y la vida ante la frustración y el desencanto «que invaden el corazón y se propagan por las calles».
E indicó que hacer crecer la humanización integral y la cultura del encuentro y de la relación es la manera cristiana de promover el bien común». Respecto a este novel expresión, «cultura del encuentro, el Papa Francisco dijo ser a única vía para una real convivencia humana: «entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta, siempre hay una opción posible: el diálogo».
«El único modo de que una persona, una familia, una sociedad, crezca; la única manera de que la vida de los pueblos avance, es la cultura del encuentro, una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que aportar, y todos pueden recibir algo bueno a cambio. El otro siempre tiene algo que darme cuando sabemos acercarnos a él con actitud abierta y disponible, sin prejuicios».
«Hoy o se apuesta por la cultura del encuentro, o todos pierden; seguir la vía correcta hace el camino fecundo y seguro», enfatizó.
Según el Papa la construcción de una sociedad justa no es una utopía «sino que son el resultado de un esfuerzo concertado de todos por el bien común», donde la atención a los mas débiles exige una dedicación especial.
«Que a nadie le falte lo necesario y que se asegure a todos dignidad, fraternidad y solidaridad … porque los gritos que piden justicia continúan todavía hoy», clamó con energía.
Después de exponer como elementos «clave» para el ejercicio de la responsabilidad pública el humanismo integral, la responsabilidad solidaria y diálogo constructivo, pidió empeñarse con perseverancia en el compromiso por el bien común y a formar «nuevas generaciones, capaces en la economía y la política, y firmes en los valores éticos».