(Diego Ximenes/InfoCatólica) «Chicos y chicas, por favor, no se metan en la cola de la historia, sean protagonistas, jueguen para adelante, pateen para adelante, y construyan un mundo mejor, un mundo de hermanos, un mundo de justicia, de amor, de paz, de fraternidad, de solidaridad. ¡Jueguen siempre para adelante!», propuso en su penúltimo día en Brasil.
Partiendo de la Parábola del Sembrador - contenida en los Evangelios sinópticos - Francisco interpeló durante todo el discurso de una Vigilia de Oración a la multitud de jóvenes que seguía con atención sus palabras y le respondía con espontáneos gritos a coro y silencios profundos.
«Con honestidad podemos preguntarnos ¿qué clase de terreno somos para Dios y qué clase de terreno queremos ser?», «¿yo soy un jóven atontado?», «¿somos de aquellos que acogen a Jesus con entusiasmo pero son inconstantes ante las dificultades, no tenemos el valor de ir a contra corriente?», «¿tengo valor o soy cobarde?».
«¿Soy terreno espinoso? ¿tengo en mi corazón la costumbre de jugar a ‘dos puntas’, y quedar bien con Dios y quedar bien con el diablo, de acoger la semilla y a la vez regar los espinos que crecen en mi corazón?», «¿yo rezo?, ¿yo hablo con Jesus o le tengo miedo al silencio? ¿Le preguntan a Jesus: qué quieres de mi vida?».
«Yo sé - dijo- que ustedes quieren ser buena tierra, cristianos en serio, no cristianos de medio tiempo, no cristianos almidonados… que en el fondo no hacen nada, no cristianos de fachada… sino cristianos auténticos, sé que ustedes no quieren vivir en la ilusión de una libertad sin consistencia, que se deja arrastrar por la moda y las conveniencias del momento».
Y continuó: «Sé que ustedes apuntan a lo alto, a decisiones definitivas, que den pleno sentido. ¿Es así o me equivoco?» Como respuesta obtuvo un rotundo «sí» de los peregrinos acampados a lo largo de casi cuatro kilómetros en el paseo marítimo de Copacabana.
Minutos después, recordando el ejemplo del joven San Francisco llamado por Dios a reconstruir la Iglesia, les preguntó «¿Quieren construir la Iglesia?» obteniendo - de nuevo - un fuerte «si». «¿Se animan?», insistió, recibiendo de nuevo la mismas respuesta. «¿Y mañana, no se les va a olvidar este sí que dieron?», los desafió y tuvo el «no» que buscaba.
«¡Así me gusta!», replicó.
Francisco les confió que se encuentra enterado de lo que pasa en el mundo y que sabe que muchos jóvenes han salido a las calles en diversas partes del mundo a manifestarse exigiendo cambios, «ustedes - dijo - deben ser protagonistas del cambio; por favor, no dejen que otros sean los protagonistas, por ustedes entra el futuro en el mundo».
Les intimó a superar la apatía reinante para dar «una respuesta cristiana a las inquietudes sociales y políticas que se van dando en el mundo», a no observar los acontecimientos sin participar en ellos porque - subrayó - Jesus no se omitió en la vida, se «metió» con intensidad en ella. «Como Jesús, ¡métanse a la vida!»
«Sin embargo, queda una pregunta: ¿Por dónde empezamos?», inquirió.
En respuesta les ofreció un hecho que aconteció con la Madre Teresa de Calcuta. Explicó que alguna vez le preguntaron qué era lo que había que cambiar en la Iglesia para empezar y ella respondió: «Primero, a ti y a mí». Y les pidió que en silencio reflexionaran por donde dentro de sí habría que empezar.
Para Francisco esta mudanza personal y social debe tener su base en la oración, los sacramentos y el efectivo servicio a los demás. Triada que les hizo repetir dos veces en voz alta.
Y con voz suave y paternal les dijo: «si cometen un error en la vida, si dan un resbalón, si hacen algo que está mal, no tengan miedo, digan: «Jesus, ¿mira lo que hice? ¿Qué tengo que hacer para corregirlo? Pero siempre hablen con Jesus, cuando hacen cosas buenas y cuando hacen cosas malas. ¡No le tengan miedo!»
«Queridos amigos - finalizó - no se olviden: ustedes son el campo de la fe, ustedes son atletas de Cristo, ustedes son constructores de una Iglesia más bella y de un mundo mejor!» El discurso fue seguido por una hora de Adoración al Santísimo Sacramento, dirigida por el Pontífice.
Partiendo de la Parábola del Sembrador - contenida en los Evangelios sinópticos - Francisco interpeló durante todo el discurso de una Vigilia de Oración a la multitud de jóvenes que seguía con atención sus palabras y le respondía con espontáneos gritos a coro y silencios profundos.
«Con honestidad podemos preguntarnos ¿qué clase de terreno somos para Dios y qué clase de terreno queremos ser?», «¿yo soy un jóven atontado?», «¿somos de aquellos que acogen a Jesus con entusiasmo pero son inconstantes ante las dificultades, no tenemos el valor de ir a contra corriente?», «¿tengo valor o soy cobarde?».
«¿Soy terreno espinoso? ¿tengo en mi corazón la costumbre de jugar a ‘dos puntas’, y quedar bien con Dios y quedar bien con el diablo, de acoger la semilla y a la vez regar los espinos que crecen en mi corazón?», «¿yo rezo?, ¿yo hablo con Jesus o le tengo miedo al silencio? ¿Le preguntan a Jesus: qué quieres de mi vida?».
«Yo sé - dijo- que ustedes quieren ser buena tierra, cristianos en serio, no cristianos de medio tiempo, no cristianos almidonados… que en el fondo no hacen nada, no cristianos de fachada… sino cristianos auténticos, sé que ustedes no quieren vivir en la ilusión de una libertad sin consistencia, que se deja arrastrar por la moda y las conveniencias del momento».
Y continuó: «Sé que ustedes apuntan a lo alto, a decisiones definitivas, que den pleno sentido. ¿Es así o me equivoco?» Como respuesta obtuvo un rotundo «sí» de los peregrinos acampados a lo largo de casi cuatro kilómetros en el paseo marítimo de Copacabana.
Minutos después, recordando el ejemplo del joven San Francisco llamado por Dios a reconstruir la Iglesia, les preguntó «¿Quieren construir la Iglesia?» obteniendo - de nuevo - un fuerte «si». «¿Se animan?», insistió, recibiendo de nuevo la mismas respuesta. «¿Y mañana, no se les va a olvidar este sí que dieron?», los desafió y tuvo el «no» que buscaba.
«¡Así me gusta!», replicó.
Francisco les confió que se encuentra enterado de lo que pasa en el mundo y que sabe que muchos jóvenes han salido a las calles en diversas partes del mundo a manifestarse exigiendo cambios, «ustedes - dijo - deben ser protagonistas del cambio; por favor, no dejen que otros sean los protagonistas, por ustedes entra el futuro en el mundo».
Les intimó a superar la apatía reinante para dar «una respuesta cristiana a las inquietudes sociales y políticas que se van dando en el mundo», a no observar los acontecimientos sin participar en ellos porque - subrayó - Jesus no se omitió en la vida, se «metió» con intensidad en ella. «Como Jesús, ¡métanse a la vida!»
«Sin embargo, queda una pregunta: ¿Por dónde empezamos?», inquirió.
En respuesta les ofreció un hecho que aconteció con la Madre Teresa de Calcuta. Explicó que alguna vez le preguntaron qué era lo que había que cambiar en la Iglesia para empezar y ella respondió: «Primero, a ti y a mí». Y les pidió que en silencio reflexionaran por donde dentro de sí habría que empezar.
Para Francisco esta mudanza personal y social debe tener su base en la oración, los sacramentos y el efectivo servicio a los demás. Triada que les hizo repetir dos veces en voz alta.
Y con voz suave y paternal les dijo: «si cometen un error en la vida, si dan un resbalón, si hacen algo que está mal, no tengan miedo, digan: «Jesus, ¿mira lo que hice? ¿Qué tengo que hacer para corregirlo? Pero siempre hablen con Jesus, cuando hacen cosas buenas y cuando hacen cosas malas. ¡No le tengan miedo!»
«Queridos amigos - finalizó - no se olviden: ustedes son el campo de la fe, ustedes son atletas de Cristo, ustedes son constructores de una Iglesia más bella y de un mundo mejor!» El discurso fue seguido por una hora de Adoración al Santísimo Sacramento, dirigida por el Pontífice.