En algunas ocasiones este espacio sirve para expresar el sentir, el interés o la preocupación de las personas en temas cotidianos que nos hacen la vida más complicadas de lo que ya la tenemos.
Esta es una de esas ocasiones donde no sólo le sirvo de portavoz a un amigo sino de portavoz a todos y a todas quienes tenemos que pararnos delante de un semáforo en nuestro sui géneris país.
De ante mano, cabe destacar que manejar, transitar por nuestras calles, ya sea circulando en vehículos o en nuestros propios pies es una tortura. No respetamos nada, ni leyes escritas ni normas de simple urbanidad. Cualquier persona extranjera que observa cómo manejamos, cómo conducimos por nuestras calles se da cada espanto que casi le genera un infarto, pero ese es otro tema para otro día, En Otra Dimensión.
Hoy sigo la solicitud de mi amigo que una mañana cualquiera me llamó a mi oficina, con una voz del que había visto a un fantasma que le habló, para desahogarse y solicitarme que escribiera su experiencia ya que él no podía hacerlo.
Lo que le pasó a mi amigo es lo cotidiano y lo que, como muchas cosas que pasan en nuestro país hemos aprendido a ver como normal. Se paró ante un semáforo y de repente se abre una puerta tridimensional donde aparecen: ventuteros de mangos, aguacates, tomates, nísperos, de peinetas, protectores de celulares, periódicos, vendedores hasta de esperanzas. Dos niños te tiran una esponja que casi te rompe el cristal del vehículo y hace un ruido como si te hubiese caído un coco encima, para que le pagues unas monedas por la “estrujada” de agua sucia en el cristal. Personas con discapacidades físicas, en muletas y sillas de ruedas se ponen en medio de la calle hasta que la luz del semáforo cambie de color. Mujeres con niños y niñas en los brazos te suplican que les des unas monedas para comer.
Entre tanto torbellino ya mi amigo no sabe por donde mirar ni a quien atender. Para completar su pintoresca y folklórica estadía en un semáforo de la República Dominicana lo que le faltaba era que viniera un desprevenido y le chocara su vehículo por detrás, como en efecto sucedió, y ahí comienza otra historia, otro vía crucis.
Mientras tanto, ¿dónde están las autoridades competentes, dónde están las medidas para proteger al ciudadano que está parado ante un semáforo y tiene que exponerse a todas estas situaciones?, ¿dónde están?. Si usted, las ha visto dígame dónde encontrarlas.
La autora es abogada y docente universitaria.