En el mes que celebramos la presencia de Nuestra Señora de la Altagracia, (21 de enero), la Conferencia del Episcopado Dominicano, nos envía una interesante, oportuna, y emotiva Carta Pastoral al pueblo de Dios que peregrina en la tierra de Duarte.
Nuestros obispos nos describen lo que es la fe, y sus implicaciones, la relación entre la fe y la ciencia, la fe y la cultura y, la fe y la razón, recordando que esta última relación “son como dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. (Juan Pablo II, Encíclica Fides et Ratio, Introducción).
El documento contiene 48 números, siete sub-temas, con una introducción y una conclusión. El titulo es: Manténganse firmes en la fe (1Cor 16,13).
La fe no es una idea, tampoco una doctrina, ni muchos se trata de la confianza del científico que verifica los resultados de su investigación. La fe es aceptar a Jesucristo, que nos dice crean en mí (Jn. 14, 1). La fe es un don de Dios, un hermoso regalo de la Providencia Divina. Por la fe el hombre se somete libremente a los planes de Dios y a su amor salvífico. La fe es inseparable de la esperanza. Esa misma fe nos lleva al compromiso de servicio a nuestros hermanos, los cuales son el rostro de Jesucristo.
Nuestros obispos están conscientes que los desafíos, problemas y dificultades, que como nación afrontamos, son muchos y variados.
Como consecuencia del “cambio de época”, del que habla el Documento Aparecida, hoy tenemos cambios culturales que han producido actitudes y comportamientos que van desde el individualismo, que debilita los vínculos comunitarios, y ellas las familias, hasta llegar a “La dictadura del relativismo”, evocada por el Papa Benedicto XVI, que significa la supravaloración de lo subjetivo y variable por encima de lo objetivo y estable, en otras palabras, la realidad como tal pierde entidad y se constituye en cosas mudables, se disminuye la objetividad para cualquier cualificación posterior.
Es precisamente esta mentalidad relativista, según nuestros pastores, donde muchos se han dejado seducir en la cultura del consumismo exagerado, un afán desmedido por el dinero y las cosas, sin importar el medio para conseguirlo, una mentalidad hedonista, o sea, el placer por el placer, y la ley del mínimo esfuerzo, es decir, queriendo obtener mucho, pero haciendo poco esfuerzo humano e intelectual. Hoy carecemos de ideales nobles y el sentido de la fraternidad, el bien y la justicia se han deshorizontalizado.
Por lo dicho anteriormente, surge la urgente necesidad de no reducir estos desafíos desde la sociología, la política y la economía, los cuales son análisis buenos y válidos, pero tenemos que ir más allá, y en el número 31 nos dice: “tenemos que entrar en el corazón del ser humano y desde este al corazón de la sociedad, porque es el corazón del hombre y de la mujer el que está enfermo.
Está enfermo el corazón de muchos hombres y mujeres, porque estos han perdido el horizonte sobrenatural; se han apartado del Dios de la vida y por eso su corazón sufre atrofia y mutilación que les incapacita para ascender a esferas superiores o sobrenaturales; de ahí la necesidad urgente de acercarnos al ser humano para que recupere y adquiera ese don maravilloso de la fe, que le permita ser una criatura nueva, con mente y corazón renovados”.
Cuando la sociedad se degrada, se cae en la injusticia y en el irrespeto a la vida. Los obispos exhortan a valorar, apreciar y respetar a nuestras mujeres.
Es una contradicción que muchos hombres y mujeres que han recibido instrucciones cristianas, sin importar la religión, hoy no se muestren como servidores leales al pueblo, y tristemente se hayan desviado, han caído en la corrupción; de ahí el afán de riqueza y de poder, ambas han obnubilado su mente y embotado su corazón. Trabajemos y oremos para que tengamos familias fraternas y sólidas en la fe.
Felipe de Jesús Colón Padilla.