Julio César Padilla
Las profesiones liberales se ejercen con libertad y en la libertad tienen el más importante tributo, nunca los abogados por neófitos que sean deben perder de vista sus objetivos, su norte siempre será el Derecho.
Por razones económicas o políticas debe comprometer su libertad de acción, sin tener el ánimo de arremeter en contra de algunos colegas, debo puntualizar que ciertos profesionales del Derecho, no se respetan en el ejercicio, incursionan en áreas del Derecho que no manejan muy bien, en aras de ganarse algún dinerito que luego no podrán justificar.
Observe que los abogados, al igual que en cualquier otra área de las ciencias sociales, algunos clientes o defendidos, suelen tratar de convencer a sus representados, para que a su favor transiten por caminos minados y peligrosos que sin duda alguna lo que conducen es al desacredito y al abismo.
Esos colegas ignoran que con el derecho de los clientes o defendidos a ser atendidos, nace el derecho de los profesionales a ser respetados. Por ejemplo , un arquitecto no trazará jamás los planos que el propietario de una obra de construcción le mande u ordene, ni un médico prescribirá el tratamiento que el enfermo le pida.
Si el gusto de quien paga puede perjudicar en algo la buena fama de los abogados, lo más prudente es declinar el caso, el cliente o defendido siempre tendrá el derecho a reclamar el servicio, pero no a imponer el disparate.
Los abogados deben ser directores y no dirigidos, jamás deben dejarse envolver en las mallas de las pasiones o el interés propio, los letrados han de sentirse siempre colocados en un grado de superioridad sobre sus defendidos, como el gerente. Se procede con independencia y serenidad, sabiendo que lo que se nos premia es nuestro trabajo, cualquiera que sea su resultado.
Todo profesional debe cuidarse de la mujer que ama, ya que no es fácil resistir la súplica de la mujer querida, el que no posee libre albedrío, nada puede dirigir, ni de nada puede responder.
Nunca es tan austero ni tan respetado un letrado como cuando rechaza un asunto por no parecerle justo, también los abogados deben ser sigilosos, tácticos cuando se afilian bajo la bandera de un partido político cual sea, porque sufre una deformación de juicio, ve buenas todas las causas que beneficien a su credo, y perversas cuantos lo contradicen.
Los abogados que miran más allá de la curva se asfixian en el ambiente tóxico de la política, ya que sobre ellos solo pesan servidumbres voluntarias, ninguna autoridad exterior detiene su actividad individual; a nadie da cuenta de sus opiniones, de sus palabras, ni de sus actos; no tiene de tejas abajo, otro señor que no sea el Derecho, de ahí en los abogados un orgullo natural, a veces quisquillosos, y un desdén hacia todo lo que es oficial y jerarquizado.