Dr. Ysócrates Andrés Peña Reyes
Darse la oportunidad de vivir la Cuaresma es aceptar que nuestra vida es vivir en Cristo, por lo tanto, no es un tiempo fuera de nosotros, es nuestro tiempo, es tiempo de Cristo y de toda la humanidad; es tiempo de conversión, además de constituir una gran oportunidad que nos brinda el altísimo para extinguir el pecado para así caminar en procura de la santidad que nos conduzca hacia la paz y la felicidad que necesitamos para entrar en el mundo de la vida eterna.
Lo expuesto reviste una gran importancia para todos los que profesamos la fe cristiana, ya que si lo practicamos con ardor y conciencia, nos convertiremos en verdadera luz y discípulos de nuestro Mesías y Redentor, al experimentar la enriquecedora experiencia de no sólo aceptar sus ideas y principios, sino también de asumirle y dejar que él nos asuma.
El tiempo cuaresmal simboliza el retiro de 40 días de Jesús en el desierto previo a su ministerio, y el retiro de 40 años de Moisés en el desierto, teniendo su comienzo el miércoles de ceniza y terminando el domingo de ramos. Este tiempo jamás lo debemos tomar para la tristeza, sino para la meditación, la reflexión, el recogimiento y la conversión.
Por medio de plena vivencia cuaresmal fortalecemos nuestra fe y nos llenamos de una mayor esperanza, por permitirnos ver la incondicionalidad de Jesucristo, la razón de ser de su amor sin restricciones ni limitaciones que lo lleva a darse, entregarse y a morir por cada uno de nosotros, justificándonos y asumiéndonos con su muerte y su Pascua, de tal modo que a Dios le podemos llamar con toda confianza Padre, por habernos convertido en hermanos de fe de su hijo crucificado en pro de nuestra redención y liberación.
Tras concluir el periodo de la conmemoración de la cuaresma cristiana, deberíamos proponernos vivir a plenitud, incluyendo la oración como parte esencial de nuestras vidas, y la plena dedicación a servir y amar al prójimo, a fin de que edifiquemos mejores hombres y mujeres, mejores familias, mejores sociedades y por tanto un mundo mejor, teniendo por norte la práctica de los valores y los beneficios que solo engendran el amor, el perdón, la paz, la solidaridad y la confraternidad.