Escrito por: SILVIO CABRERA (s.cabrera@elnacional.com.do)
La cárcel o el haber obrado Dios en su vida hizo del indultado Daniel Celedonio Mancebo un hombre nuevo y renovado, tan cambiado y diferente que al recobrar su libertad ni siquiera conoce el barrio que dejó en el 2001 cuando fue hecho preso y condenado a 10 años de prisión, acusado de la violación sexual de un menor.
Celedonio Mancebo, de 44 años, quien es uno de los indultados por el presidente Leonel Fernández el 27 de febrero con motivo del Día de la Independencia, dejó de ver la ciudad desde el miércoles primero de noviembre del 2001, cuando lo ingresaron a la cárcel con 10 años de prisión por la comisión de un hecho que, a decir de él, se arrepintió, se convirtió al evangelio y hoy pide perdón a Dios y a los familiares de la víctima.
Para él, su barrio Villa Faro, en Santo Domingo Este, es como la canción de Luisito Rey: “Mi pueblo ya no es mi pueblo, es una ciudad cualquiera, con los edificios altos y con grandes carreteras”.
Y es así, el pueblo que dejó hace 10 años y cuatro meses ya no lo conoce. No conoce sus calles, sus barrios, en donde están los colmados, donde viven sus amigos y vecinos, ni siquiera la cancha donde se crió y enseñó a los niños a jugar baloncesto.
Con él se da aquello de la canción de José José, que reza, “un amigo es un amigo hasta tanto se prueba lo contrario, si la cosa marcha bien hay poco que temer, no se consigue un amigo a diario”.
Esto, así porque el único amigo que ha encontrado ha sido a Juan Javier, que es quien lo conduce por los lugares que antes conocía y que ahora desconoce, dado el desarrollo económico que ha tenido la ciudad.
Javier, convertido al evangelio, es el único amigo que ha encontrado tras su salida de la cárcel, en donde duró 10 años y cuatro meses, a pesar de que solo lo sentenciaron a 10 años.
Para Celedonio Mancebo, Javier más que un amigo es su mano derecha. Sin él sería imposible ir siquiera a la farmacia.
“Ni siquiera recuerdo donde está la cancha donde enseñaba a los jóvenes a jugar baloncesto. Aqui afuera todo está cambiado y nada ya es igual”, narró Celedonio Mancebo, entrevistado en la casa de su madre, en el sector de Villa Faro de la Capital.
Para él, la cárcel más que una perdida fue una ganancia, porque en ella conoció a Dios y se convirtió al evangelio.
No tuvo antes de entrar a la cárcel, ni en la actualidad, esposa e hijos y espera que Dios los ilumine a encontrar una compañera con quien pueda pasar el resto de sus días. Para su amigo Javier, lo más importante es que Celedonio Mancebo se le permita que pueda trabajar.
UN APUNTE
Pena cumplida
Más que un indulto, lo de Celedonio Mancebo fue el cumplimiento de un deber de las autoridades, ya que duró 10 años y cuatro meses en la cárcel a pesar de que solo fue condenado a 10 años de reclusión. Dijo que no se explica cómo antes las autoridades no lo libertaron.