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jueves, 1 de marzo de 2012

La biblia en su casa.

Libro de Ester 14,1.3-5.12-14.
En aquellos días, la reina Ester, temiendo el peligro inminente,
acudió al Señor y rezó así al Señor, Dios de Israel: "Señor mío, único rey nuestro. Protégeme, que estoy sola y no tengo otro defensor fuera de ti,
pues yo misma me he expuesto al peligro.
Desde mi infancia oí, en el seno de mi familia, cómo tú, Señor, escogiste a Israel entre las naciones, a nuestros padres entre todos sus antepasados, para ser tu heredad perpetua; y les cumpliste lo que habías prometido.
Atiende, Señor, muéstrate a nosotros en la tribulación, y dame valor, Señor, rey de los dioses y señor de poderosos.
Pon en mi boca un discurso acertado cuando tenga que hablar al león; haz que cambie y aborrezca a nuestro enemigo, para que perezca con todos sus cómplices.
A nosotros, líbranos con tu mano; y a mí, que no tengo otro auxilio fuera de ti, protégeme tú, Señor, que lo sabes todo."



Salmo 138(137),1-2a.2bc-3.7c-8.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
te cantaré en presencia de los ángeles.
Me postraré ante tu santo Templo,
y daré gracias a tu Nombre
por tu amor y tu fidelidad,
porque tu promesa ha superado tu renombre.



Me respondiste cada vez que te invoqué
y aumentaste la fuerza de mi alma.

Tu derecha me salva.
El Señor lo hará todo por mí.
Tu amor es eterno, Señor,
¡no abandones la obra de tus manos!




Evangelio según San Mateo 7,7-12.
Jesús dijo a sus discípulos: Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá.
Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra?
¿O si le pide un pez, le da una serpiente?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan!
Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.




Comentario del Evangelio:
El que pide, recibe
San Juan Crisóstomo (v. 345-407), sacerdote en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia

La oración es un arma poderosa, un tesoro indefectible, una riqueza inagotable, un puerto al amparo de las tempestades, un depósito de calma; la oración es la raíz, la fuente y la madre de bienes innumerables... Pero la oración de la que hablo no es mediocre, ni negligente; es una oración ardiente, surge de la aflicción del alma y del esfuerzo del espíritu. He aquí la oración que sube hasta el cielo... Escucha lo que dice el escritor sagrado: " grité al Señor cuando estaba angustiado, y me libró " (Sal. 119,1). El que reza así en su angustia podrá, después de la oración, gustar en su alma una gran alegría...
Por "oración" entiendo, no la que es solamente con la boca, sino la que brota del fondo del corazón. Así como los árboles cuyas raíces se hunden profundamente no se quiebran ni arrancan, aunque el viento desencadene mil asaltos contra ellos, porque sus raíces están fuertemente arraigadas en las profundidades de la tierra, lo mismo las oraciones que salen del fondo del corazón, tan arraigadas, suben al cielo con toda seguridad y no se devuelven por ningún pensamiento de falta de seguridad o de mérito. Por eso el salmista dice: "Desde lo hondo a ti grito, Señor" (Sal. 129,1)...
¡Si el hecho de contarles a hombres tus desgracias personales y de describirles las pruebas que te golpearon, aporta algún alivio a tus penas, como si a través de las palabras surgiera una brisa refrescante, con más razón si das parte a tu Señor de los sufrimientos de tu alma encontrarás en abundancia alivio y consuelo! En efecto, a menudo los hombres soportan con dificultad a los que se les acercan a quejarse y llorar; los apartan y los rechazan. Pero Dios no actúa así; al contrario hace que te acerques y te atrae hacia él; y aunque te pases el día exponiéndole tus desgracias, está aún más dispuesto a quererte y a otorgar tus súplicas.



Lecturas y comentario tomados del evangeliodeldia.org