Olga Capellán.-
UNIÓN EUROPEA.- Saliéndonos de de los actuales momentos y regresándonos a los tiempos más antiguos nos encontramos con las dos mujeres que tuvieron más poderes en aquella época dentro de un mundo de hombres que regían con manos duras los asuntos de Estado sin que alguna vez tuviera alguien que llamarles presidentes, sino emperadores que era lo mismo que “El César”.
Se trata de Cleopatra y Livia, dos mujeres excéntricas que aprovecharon las bondades y la fuerza del poder, se los dieron y lo utilizaron con toda gallardía é inteligencia manipulando con ello todo tipo de intereses que sus hombres fueran estos emperadores o no, lo cierto es que tenían que obedecer a sus consejos, aunque no fueran atinados para ser aplicados a la política que se ejercía en la época cesariana.
Estas dos mujeres consideradas las damas de hierro imperiales al menos eran bonitas, capaces de seducir a cuantos hombres tocaran sus miradas.
Cleopatra, La reina epgicia que primeramente fue casada con uno de sus hermanos testamentariamente por la voluntad de su padre Ptolomeos, de quien posteriormente fue su rival en el apogeo de la lucha de poder a quien envenenó para conservar el control del mismo, ella además de la seducción a Julio César, quien era muy conocido por su relaciones con distinguidas damas casadas con hombres muy poderosos del imperio romano, también sedujo a otros grandes hombres.
Pero a Cleopatra, la dama de hierro epgicia ningún hombre de la tierra hubiese sido capaz de resistir la tentación de rendirse por ante la perfección de la belleza femenina de la época, ya que ella no sólo fue la mujer más bella de aquel entonces, sino también la de mayor poder de decisión en un mundo imperial que por lo general solo los hombres eran quienes por la fuerza y a través de sus luchas lograban conquistar esos poderes.
Luego se alió a Marcos Antonio, relación que le trajo la muerte, cuando este fue vencido por sus adversarios, Cleopatra optó por quitarse la vida utilizando a un áspid que mandó a buscar con una de sus serviles en una cesta de fruta, temiendo a la derrota epgicia por parte del imperio romano; de no haber tomado la medida de auto suicidio hubiese terminado como una esclava cualquiera al servicio del imperio en Roma después de haber tenido todos los poderes de Estado y al pueblo epgicio rendido a sus pies.
En cambio Livia Drusa, que también fue considerada como la mujer más hermosa del imperio romano, casó en primeras nupcias con su primo Tiberio Claudio, a quien le dio dos hijos: Tiberio Claudio Nerón y Druso, luego se divorció y pasó a ser la tercera esposa de de Otaviano, quien al recibirse como primer el emperador de Roma lo hizo con el nombre de Cayo César Augusto, mejor conocido como Augusto.
Algunos historiadores (entre ellos Robert Graves) dicen que Livia fue obligada a divorciarse de su primer marido para luego casarse con Augusto, quien había puesto los ojos en la hermosura de esta bella mujer y mintieron a su marido (Tiberio) diciéndole de que estaba embarazada del emperador y contrajo matrimonio un día después de la absolución del mismo el que contó con la presencia del padre de sus hijos.
En realidad Livia y Augusto nunca tuvieron hijos comunes, pues Druso del que se dijo estaba embarazada a la hora de su divorcio no era del emperador, sino de Tiberio su antiguo esposo.
Luego de su casamiento Livia consiguió muchos poderes, pues fue la consejera política de su marido y manejaba sus finanzas, se dice también que fue la autora de la muerte de varios importantes miembros de la familia de su marido, incluyendo la Julia y la de Marcelo, a que en el fondo esta bella mujer tenía malos sentimientos.
Fue considerada como la madre del imperio romano y haciendo honor a la frase de que detrás de un gran hombre existe una gran mujer, Livia fue la abuela de Germánico y Claudio, bisabuela de Calígula y Agripina la menor y tatarabuela de Nerón.
Livia ejerció el poder que le dio su marido, el emperador Augusto y aunque fue quien manejó las finanzas del imperio romano, pero nunca pudo contar con una cuenta bancaria en Europa, en los Estados Unidos de Norteamérica o muchos menos en la isla de Caimán y como el Euro no existía como moneda fuerte para aquel entonces tuvo que conformarse con la moneda de plata imperial de nombre Caracalla y el Denario Argentum.
Por último, en el imperio bizantino existió también El Numisma, el Áureo (del latín Áureus, oro) que además tenía un valor de dos mil Denarios de Plata, las que fueron las monedas fuertes de los tiempos antiguos.