R. Osiris de León.
La madrugada del 05 de enero de 2012 millones de dominicanos despertaron a las 5:35 de la madrugada con una fuerte sacudida sísmica que estremeció a toda la isla Hispaniola y que produjo un extraordinario pánico en la mayor parte de la población fruto de que todos los dominicanos sabemos que vivimos expuestos a sufrir un gran terremoto como el ocurrido en Puerto Príncipe, Haití, el 12 de enero de 2010, de magnitud 7.0, el cual provocó unas 300,000 muertes; o como el gran terremoto ocurrido en las cercanías de Nagua, el 04 de agosto de 1946, de magnitud 8.1, y que generó un maremoto que destruyó la comunidad de Matanzas, Nagua.
De inmediato, a las 5:36 A.M., nos comunicamos con el Instituto Sismológico de Mayagüez, donde nos informaron que el sismo había tenido una magnitud de 5.2 en la escala de Richter, con epicentro en la latitud 18.3° Norte, longitud 70.5° Oeste, e hipocentro a unos 10 kilómetros de profundidad, es decir, en las cercanías de la comunidad de San José de Ocoa, y esa información la compartimos inmediatamente con todo el país, a través de la emisora Zeta 101, para que todos los dominicanos tomaran conocimiento de la magnitud y la ubicación del sismo y supieran que debíamos esperar réplicas y agrietamientos de edificaciones en las zonas de Ocoa, Azua, Baní y alrededores del epicentro, y que en caso de nuevas sacudidas debían salir de las casas o colocarse en el denominado triángulo de v
acío, dependiendo de cada caso particular.
Pocos minutos después de la primera sacudida sísmica fue puesta a circular a través de algunos medios de comunicación, y a través de las redes sociales y de los teléfonos celulares, una alerta de maremoto que incrementó el pánico colectivo de la población y puso a la gente a correr hacía zonas altas, y fue necesario que dijéramos a través de los medios de comunicación que esa alerta era total y absolutamente improcedente porque un sismo de 5.2 Richter, con epicentro tierra adentro, no produce un maremoto.
Aclaramos que para producirse un maremoto es necesario que el sismo tenga una magnitud igual o superior a 7.0 Richter, con epicentro en el área marina e hipocentro a poca profundidad, de forma tal que el fondo del mar se vea obligado a moverse hacia arriba, empuje la masa de agua de mar hacia la costa y genere una gran ola capaz de penetrar tierra adentro y destruir lo que encuentre en la costa, y que sólo una de esas tres condiciones, la reducida profundidad, se había dado con el sismo de Ocoa, y que la gente podía estar tranquila porque no habría maremoto.
Afortunadamente, la repetición de esta aclaración a través de una gran cantidad de programas de radio y de televisión, y a través de las redes sociales y de los teléfonos celulares, permitió que la población recuperara la calma y tomara conciencia de que la magnitud del sismo no era tal como para generar una catástrofe ni mucho menos para producir un maremoto.
En ese mismo orden de ideas debimos aclarar a través de los medios de comunicación un errado concepto planteado por la dirección del Centro de Operaciones de Emergencias, en el sentido de que si se repetían sacudidas sísmicas la gente debía colocarse debajo de una mesa y no en el denominado triángulo de vacío, porque lo del triángulo de vacío no es verdad, siendo todo lo contrario de lo planteado por el COE, convirtiendo esa opinión en una desinformación con sello oficial, porque hasta el sentido común nos dice que si una losa de techo cae sobre un cuerpo grande y resistente, al lado de ese cuerpo queda un vacío, y que es menos peligroso estar en ese vacío que estar debajo de una mesa que será aplastada por la losa y usted también será aplastado.
Los primeros reportes de daños indicaron que escuelas, hospitales, ayuntamientos y viviendas de la zona vecina al epicentro sufrieron severos agrietamientos, y que algunas carreteras de la zona sufrieron deslizamientos de grandes bloques de rocas, pero que no hubo colapso total de ninguna edificación, ni muertos, ni heridos, aunque un ciudadano murió a causa de un infarto.
Esta experiencia nos enseña que toda la isla está expuesta a las sacudidas sísmicas, porque los sismos de 2003, 2010 y 2012 han estado en tres lugares muy diferentes, y nos enseña que no estamos preparados para enfrentar un gran sismo al cual estamos abocados en cualquier momento por vivir en una isla cortada por unas 12 fallas con potencial para producir sismos.
El sismo nos enseña que el Gobierno y sus instituciones de servicio y de socorro no están preparados para un gran terremoto, y nos enseña que necesitamos un Instituto Sismológico con suficiente instrumentación moderna distribuida en toda la isla, y en servicio 24 horas al día, durante los 7 días de la semana, y que necesitamos un Ministerio de Prevención y Mitigación de Desastres, con personal de alto nivel científico, con suficiente presupuesto y con la suficiente responsabilidad para siempre hacer lo correcto y decir la verdad.
Nos enseña que necesitamos que las escuelas eduquen a nuestros niños y jóvenes sobre todo lo referente a los terremotos y maremotos, para que sepan qué hacer frente a cualquiera de estos eventos de la naturaleza, y que necesitamos que todas las escuelas de Ingeniería civil incluyan múltiples asignaturas obligatorias sobre sismicidad e Ingeniería sismo resistente.
Necesitamos un Ministerio de Obras Públicas más comprometido con la calidad y la seguridad de las obras de Ingeniería, de forma tal que sea obligatorio que las escuelas, hospitales, puentes, iglesias, estadios deportivos, oficinas públicas y edificios multifamiliares, sean construidos con criterios de sismo resistencia, especialmente cuando esas construcciones sean levantadas sobre suelos arcillosos y arenosos de pésimo comportamiento sísmico, como los del valle del Cibao, donde tenemos el mayor riesgo de sufrir un gran terremoto de magnitud superior a 7.0 Richter, porque las edificaciones levantadas sobre suelos flexibles son las de mayor riesgo de colapso al momento de un sismo, mientras las edificaciones levantadas sobre rocas se mantienen de pie.
Necesitamos abandonar la mala práctica de diseñar un mismo tipo de escuela y reproducirlo en todo el territorio nacional, sin tomar en cuenta el tipo de suelo donde se ha de levantar cada escuela, porque 5,000 escuelas de Puerto Príncipe, construidas sobre suelos arcillosos y arenosos, colapsaron con el sismo del 12 de enero 2010, lo que indica que no fueron diseñadas para soportar un sismo de apenas 7.0 Richter, y porque las escuelas de Puerto Plata fueron muy afectadas, y algunas aplastadas, por el sismo del 22 de septiembre de 2003, de apenas 6.5 Richter.
Nos enseña que necesitamos una micro zonificación sísmica de todas las áreas urbanas, como parte del plan de ordenamiento territorial, y reforzar todas las edificaciones vulnerables a sismos, especialmente escuelas, hospitales, iglesias, estadios, puentes y edificaciones multifamiliares, utilizando muros resistentes a los esfuerzos cortantes generados por el brusco movimiento sísmico del suelo flexible, en lugar de utilizar columnas aisladas vulnerables a los esfuerzos cortantes.
Nos enseña que necesitamos gobiernos más preocupados por la población, por sus problemas y por sus riesgos naturales, porque en cualquier país expuesto a grandes terremotos y maremotos el gobierno central debe contar con planes de educación sísmica, con planes de prevención y mitigación de desastres