Lic. Jordi Veras.
Recuerdo como ahora, cuando estando en los últimos años de mi bachillerato en el Colegio de la Salle, ya le mencionaba a mi padre, Ramón Antonio Veras (Negro), que deseaba estudiar la carrera de Derecho, la cual había comenzado a amar, viéndolo a él ejerciéndola y todo el abogado de su generación con los cuales teníamos relación y eran parte del círculo familiar.
A medida que pasaban los años y ya estaba más cerca de finalizar mis estudios secundarios, la negativa de mi papá a que estudiara la carrera que hoy, aún a pesar de lo sucedido, ejerzo, era más evidente. Una vez entrado en carrera y trabajando con él, iniciando claro como mensajero, para que fuera conociendo todas las intríngulis del ejercicio y tuviera cabal conciencia de lo que era la práctica, fuera y dentro de los tribunales; todavía me recordaba que no estaba de acuerdo de que hubiese asumido estudiar la carrera de leyes.
Claro que siempre le preguntaba el por qué y él tenía el mismo convencimiento para ello, “que la profesión hacía tiempo que se había degradado y descompuesto. Que el tigueraje se estaba haciendo presente en la misma”. El veía que la profesión de abogados con el tiempo se relajaría y el irrespeto llegaría a niveles tales, que recuerdo que a una tía que había decidido estudiar la misma profesión, mi padre le advertía que no se metiera en estudiarla y menos ejercerla porque terminarían subiéndole la falda en un tribunal, como una forma del abogado y abogada que se estaba entronizando en el ejercicio. Así sucedió y hoy no la ejerce, aunque hace su lucha desde otra trinchera.
En el momento en que estudiaba y no ejercía, nunca pude entender el por qué de la negativa de mi padre a estudiar Derecho. Ya luego de unos años en el ejercicio, pude darme cuenta de todo cuanto se había referido, a través de los años, mi padre, para que no fuera abogado.
Si bien es cierto que el número de abogados en el país, que sobrepasan los treinta mil, es mayor comparándole por índice, al que existe hoy día en Francia, hoy no refleja eso que exista mayor calidad, al contrario, hoy el descrédito es mayor. Que alguien diga que es abogado o abogada, no está presentando la mejor credencial ni el mayor orgullo, simple y llanamente porque existen algunas personas que han asumido esta profesión, como un trofeo vandálico; una especie de patente de corso para conociendo la ley, retorcerla y acomodarla; para engañar al cliente y al contrario; para buscar simplemente hacer dinero a toda costa, sin tener el mayor recato, ni dignidad para conseguirlo.
Ahora bien, a pesar de todo este panorama que es parte de nuestra realidad. Esto no debe impedir que todo el que ha abrazado su profesión con apego a la moral y la ética; con alto grado de convencimiento de lo que es la dignidad y respeto por ella; con valor y responsabilidad; y sobretodo, con honestidad y claro está, la preocupación de estar capacitándose para no desactualizarse; desee continuar ejerciéndola y no sumarse a los que la practican sin decoro.
Lo ocurrido a mi persona el 2 de junio del 2010, precisamente por conllevar un ejercicio honesto, responsable y capaz; no evitara que lo siga haciendo en la misma forma correcta, si tuviera que volver a pasar por lo mismo, por ejercer de forma correcta, no tengo temor. Aunque mis asesinos quisieron utilizar la vía criminal, sucia y cobarde para eliminarme física y moralmente, no lo lograron por la Gracia del Altísimo y la fuerte solidaridad de lo mejor de la sociedad dominicana; la vía que buscó para que sean castigados, no es la venganza, sino la justicia que haga el mismo trabajo que todo ser humano y ciudadano correcto, que se ha sabido conllevar en el seno de la sociedad, espera recibir.
Muy a pesar de que mi padre tuvo la razón, y estoy consciente, que si lo hacía, era para evitarme amarguras, desaciertos y desencantos, como los que él ya había recibido e intentaba protegerme; como todo papá preocupado y responsable.. Asimismo creo que somos más los que tenemos respeto y decoro por la toga y el birrete, que aquellos que lo utilizan como una especie de protección para que no se les pegue toda la inmundicia que provocan, crean, con su proceder y sus mentiras.
Nunca permitas en tu vida, ni en el ejercicio de tu profesión, en este caso he hablado del abogado y abogada, pero vale para todo, permitas que tu dignidad y decoro estén comprometidos ni se puedan negociar, ni pisotear, porque en ese mismo instante dejas de ser un hombre o mujer de respeto.