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jueves, 29 de diciembre de 2011
Ideología en el Siglo XXI dentro de un proceso democrático
Siempre he escuchado decir y he leído que el poder corrompe, pero a Bolívar no lo corrompió el poder, murió con a camisa prestada (que nunca devolvió). A Gandhi no lo corrompió el poder, andaba prácticamente semidesnudo en vagones de tercera en los ferrocarriles cuando viajaba, comiendo frutas secas y sentándose en el piso. A Sucre no lo marearon los cargos y los honores, ni al Che Guevara ni a Sandino, ni a Zapata, Pancho Villas, y Salvador Allende; tampoco a Duarte ni Luperón. Los ejemplos son múltiples.
El poder no corrompe a todo el mundo. Sólo corrompe a quien de antemano viene corrompido, sin principio y sin conciencia revolucionaria ni social. Un gobernante se corrompe porque se amilana, porque se arrodilla, porque va perdiendo carácter y prefiere hacerse el loco ante los que roban, ante los que estafan y ante los que no trabajan ni dejan trabajar.
Las personas que llegan al poder político con ideas y principios tienen que ser muy severos ellos mismos para no hundirse en la degradación que traen los elogios, la sublimación, la adulación y lo místico que aquellos que los idolatran les atribuyen por su afán de nutrirse del que llega al poder.
Generalmente estas personas vienen de familias humildes que han pasado hambre y grandes privaciones, pero, cuando comienzan a regentar soberbias oficinas con un tren de cuatro o cinco secretarias, con chóferes, buenos viáticos y pasan a vivir en mansiones con diez maromeros vigilantes, con cinco pajes y media docena de mayordomos (dentro de un séquito de la realeza medieval), ya tienen todo lo material resuelto pero social y espiritualmente sólo tienen eso, pero se dan cuenta que están perdiendo el respeto y el auténtico mando. Al sufrir el primer vértigo en las alturas, para subsistir sin ser molestados, tienen que buscar y cuadrarse con los expertos en marramucias, que por caraduras y pervertidos saben conservar sus cargos y moverse en toda clase de cloacas.
Así es como se pierde toda voluntad, toda capacidad de mando, toda autoridad y es cuando comienza a delegarse funciones y entran a dominar los escenarios los mediocres segundones. Hasta que no se disuelvan esos pequeños centros de poder y se consiga un poder popular para la toma de decisiones sobre lo que se produce, lo que se invierte y lo que se roban, la batalla va a continuar igual indefinidamente.
Lo que lleva a la frustración y a que la gente deje la lucha es que se hagan ilusiones de cómo funciona el poder y se producen los cambios. Bolívar en tal sentido decía que vale mil veces un desengaño que mil ilusiones. El desengaño es una de las cosas más terribles que suelen sufrir los hombres que se mantienen dentro de la lucha social. ¿Cuántos bandidos han pasado por la administración pública que cuando comenzaron se veían humildes y sencillos, y apenas se hicieron con el poder de un alto cargo se olvidaron de las necesidades del pueblo, se aislaron protegidos por vigilantes y guardias y se dedicaron a robar y a mentir?
Pero…….la idea de que la gente pueda ser libre resulta extremadamente aterradora para cualquier persona con poder.
La Dra. Dalin olivo es médico Cirujano General, ayudante del Departamento de Cirugía General Hospital Taiwán de Azua, República Dominicana. Licda. en Derecho de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD); magister en Derecho y Relaciones Internacionales de la misma universidad, Diplomado en Derecho Internacional Humanitario, Derecho Notarial, Derecho Procesal Penal y diversos estudios en el ámbito internacional sobre la paz y manejo de conflictos. Coordinadora del Bloque de Organizaciones Comunitarias del sector de Herrera, municipio Santo Domingo Oeste. Actualmente forma parte de las ternas para escoger el suplente al Defensor del Pueblo.