Moisés Estévez.
“…Es época de recordar que todos formamos parte de un todo, que todos somos hermanos y estamos unidos por lazos invisibles. No somos seres aislados, todo lo que hacemos tiene efecto en los demás”...
En esta bella época del año, en que uno suele celebrar y compartir, tengamos presente que lo más significativo, es lo que realmente podemos hacer por los demás y que todos en una forma u otra, estamos en posición de demostrar con hechos y no con palabras, que podemos marcar una diferencia en la vida de quienes nos rodean. Al compartir con la familia y nuestras amistades, seamos conscientes de que las cosas que no vayamos a usar, pueden servirle a los demás, que los alimentos no se deben desperdiciar y que lo que para algunos, quizás no tenga un mayor valor (por Ej.: una camisa, un pantalón, unos zapatos, lo que sea) para otros, quienes posiblemente tienen múltiples carencias, eso es un Mercedes… Pero no quiero limitarme a lo material, a aquello que es tangible, sino que también podamos ofrecer un abrazo, un consuelo y una voz de aliento a quien lo necesite, sin importar que entendamos que lo merezca o no…
Deseo compartir con ustedes, estimados lectores, una reflexión que es válida ahora en Navidad y siempre:
“A quien esté triste, no le preguntes por la historia de su desgracia... Sino dile, que en ti, tiene un amigo.
Al que llora, no le escudriñes por el origen de su llanto... Sino dile, que en ti tiene un hombro, un pañuelo, una sonrisa…
Al que anda tambaleante por la vida, no le analices por qué no ha llegado nunca a ninguna parte... Mejor dile que tú tienes una luz, un consejo, y un bastón por si
llegase a necesitarlos.
Al que anda sin templo y sin oración, no le preguntes por qué es un descreído...
Mejor muéstrale a Dios, y ponlo en el secreto de tu oración.
A esos que hacen un caos de su vida, no les preguntes que causa su confusión...
Mejor enséñales el rastro sosegado de la fe, y el fluir constante de tu serenidad.
Al que anda dolido y agotado con su cruz, no le preguntes por qué le pesa tanto...
Mejor ponlo en posición de que Dios se irradie sobre él... Y poco a poco le irá llegando la luz.
Al que se resiste a seguir, y se siente vencido, no le andes por las normas, las deducciones y los raciocinios... Mejor dale la mano, y dile:"¡Voy contigo!"
No le preguntes a cada uno por su necesidad... Mejor demuéstrales que siempre hay un sueño más asombroso que su desdicha”.
¡Muchas felicidades!