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viernes, 7 de octubre de 2011

La familia dominicana se ha debilitado.

Felipe de Jesús Colón Padilla.


Cada hecho negativo que acontece en el engranaje social nos preocupa, y estamos llamados a pasar de la “preocupación” a la “ocupación” del problema que nos afecta a todos.
Como miembros de la sociedad, nunca podemos renunciar a la responsabilidad que tenemos de aunar esfuerzos para rescatar la familia dominicana. Los ejemplos y comparaciones pueden molestar en aquellos que carecen de humildad, y prefieren estacionarse en una continua “queja”, pero sin presentar propuestas de solución frente a la debilidad que se presenta el cuadro de la familia dominicana. Pues encontramos familias que son ejemplo de una correcta educación, y otras que descuidan su papel. Ha sido impactante e interesante lo que ha dicho el rector magnífico de la universidad católica tecnológica del Cibao (UCATECI), Mons. Fausto Ramón Mejía Vallejo, en ocasión del tradicional Encuentro-Concierto Pan y Vino que organiza el arzobispado de Santiago de los Caballeros: “La realidad que estamos viviendo en estos momentos en la República Dominicana es muy preocupante e inquietante; porque estamos atravesando una gran turbulencia social, que se manifiesta en olas de criminalidad e inseguridad; robos, delincuencias y asaltos; el consumo y tráfico de drogas parecen arropar por entero la sociedad dominicana, se aumenta y crece la prostitución; y ya alcanzamos el tercer lugar donde hay más jovencitas embarazadas…” Mons. Mejía, no está lejos de la realidad, su análisis es acertado, y no es para menos, el disertante y catedrático, es uno de los mejores teólogos del país y de América Latina. Sus numerosas obras publicadas hablan por sí mismo. Sabe interpretar la realidad social a la luz de la fe. Y es un hombre sensible, profundo, cercano y sacerdotal, fue mi profesor de varias materias, mientras cursé la teología en el Seminario Mayor Pontificio Santo Tomás de Aquino.
Y todo esto es el producto de lo que hemos fabricado, ¿cuándo inicia este tormento social? desde el momento en que las familias empezaron a divorciarse y desintegrarse. Así lo expresa Mons. Mejía.
El Tribunal Eclesiástico, instancia que se ocupa de declarar nulo los matrimonios fracasos, registra cada año más de 35 casos. Los divorcios civiles sobrepasan los dos mil al año en todo el territorio dominicano. El capítulo más invocado para la nulidad matrimonial es el canon 1095,2, que hace referencia a las personas que carecen de discreción de juicio acerca de los derechos y deberes esenciales del matrimonio que mutuamente los esposos han de dar y aceptar; el código civil habla de incompatibilidad de caracteres. Aquí entran todos los que le falta madurez humana y psicológica para asumir la carga del matrimonio. Cuantos llegan al matrimonio sin asumir sus deberes, por eso los niños crecen sin el cariño y cuidado de sus padres, y si el niño crece en familias inestables, disfuncionales y destruidas, como triste consecuencia tendremos personas deshonestas, corruptas, mentirosas, delincuentes y criminales.
Y comparto lo que dijo mi profesor, que el tíguere y el delincuente, es el hijo que se le negó el cariño, amor y una correcta educación en valores. Es una franca irresponsabilidad casarse para no asumir lo que implica la vida del matrimonio. ánimo, y revisemos nuestro modo de vivir nuestra condición.

El autor es: Vice-canciller del Arzobispado de Santiago, Juez del Tribunal Eclesiástico y párroco de la Parroquia Transfiguración del Señor.