FRANKLIN BARRIGA LÓPEZ
Entre bailes, alabanzas que recuerdan aquello de Dios es Grande y disparos al aire, miles de libios salieron a calles y plazas a demostrar su regocijo por el fallecimiento de quien les gobernó con mano de hierro por 42 años.
Las circunstancias en que se produjo este histórico acontecimiento no están muy claras. Una de las más difundidas versiones indica que el excéntrico sátrapa fue abatido por las fuerzas rebeldes, luego de que le sacaron de una alcantarilla donde se hallaba escondido y que pidió misericordia, cuando él jamás la tuvo para las incontables víctimas de la brutalidad que aplicó en contra de quienes se atrevían a demostrar inconformidad a su omnipotencia. Su autoproclamó “rey de reyes de África”, lo que más objetivamente definió su abominable conducta fue el calificativo de “perro rabioso”.
Al parecer, le aplicaron la ley del talión, en vista de los videos que se difundieron sobre sus últimos minutos de vida, cuando se le vio humillado hasta el estremecedor patetismo.
Así, por lo general, terminan sus días esta clase de sujetos que se adueñan del poder, convirtiéndole en vitalicio y hasta hereditario; para mantenerse en el mismo, llevan a cabo atrocidades, sin darse cuenta que, el rato menos pensado, el sufrimiento de las poblaciones se convierte en huracán que arrasa con los opresores y su corte de esbirros.
Gadafi, en su largo período dictatorial, dijo ser el líder supremo de la revolución, palabra que sirve de muletilla para escudar las ambiciones de los autócratas y camuflar las arbitrariedades que caracterizan a los que van en esta corriente de engaño y despotismo.
Este siniestro personaje hizo mucho daño. Basta indicar que en una fosa común recientemente descubierta hallaron dos mil restos de seres humanos que habían sido masivamente asesinados por los pretorianos de este sanguinario gobernante que contrató mercenarios para masacrar a su propio pueblo. La reseña de todas sus maldades daría un voluminoso libro de la infamia, que iría desde la oprobiosa cárcel para los sospechosos de ser sus adversarios hasta el apoyo a terroristas, cuando en Libia instaló campos de entrenamiento para ellos.
En febrero del año en curso llegaron a ese país los fulgores de la primavera árabe. Quiso matar a sus opositores como ratas, como públicamente declaró; curiosidades de la Historia: el dictador murió como una de ellas.
Los seguidores de lo que llaman socialismo del siglo XXI le miraron con simpatía y hasta le homenajearon, cual el caso de Hugo Chávez que mancilló a Venezuela y América Latina cuando entregó la espada del Libertador a este tirano. Se habla de que, en secreto, el actual régimen de Nicaragua, le había ofrecido asilo, en instantes en que la comunidad internacional pedía se le castigue por sus crímenes de lesa humanidad.