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sábado, 30 de abril de 2011
ABRIL: ¡Cuanto luchar para nada!
Finaliza el cuarto mes del año; similar al nombre del recuerdo; sólo que, de 1965; que tanto debe sonar en las mentes de muchos dominicanos, por razones diversas, a pesar del tiempo ya transcurrido. A partir del que tantas vidas fueron ofrendadas. En el que la sangre nacionalista se derramó voluntariamente por doquier, a cambio de nada. ¡Que pena, tener que decirlo!
Sí; ¡a cambio de nada!, en términos de resultados loables, podría aseverarse; pues, es una realidad que puede ser comprobada con un simple análisis imparcial por supuesto, de los hechos subsiguientes al episodio histórico. ¿Qué se logró en verdad? NADA.
Que el país continuara subyugado por los poderes extranjeros, aquí fielmente representados, por los malos dominicanos, que nunca han faltado. Además, que el Gobierno de la nación, como el dominio de la cosa pública, retornaran a manos de una de las figuras más representativas - columna - del régimen dictatorial recién decapitado para la época, el doctor Joaquín Balaguer.
En ese orden, siempre ha surgido una pregunta obligada en cualquier pensante medio, ¿para qué mataron a Trujillo, si habría una continuidad después, de los mismos paradigmas prácticamente, que el dictador aplicara para gobernar?
A la sazón, se trató de luchar por la permanencia de un real sistema democrático, como en defensa de la soberanía nacional. Pero, ambas cosas que, aunque ligeramente se habían logrado durante los primeros años después de la caída del “Jefe”, se fueron a pique de nuevo, ya que los mercaderes de la política que, desde que se puso término al conflicto bélico-patrio se ha venido gastando el país, se han encargado de tirarlo todo por la borda.
Sus actuaciones han estado regidas por la avaricia desmedida; la falta de nacionalismo; y, la inclinación por la corrupción estatal rampante, por lo que hoy la República se encuentra sumida en una peor crisis que otrora; como, mayormente pisoteada, en términos de soberanía, y de las actitudes injerencistas de los mandamases del Norte. El asunto hoy es peor, que con anterioridad al año 1965. ¡Sólo algunos que se hacen los ciegos, no quieren ver eso!
Ayer, se nos invadió con poderosas armas bélicas, mancillándose sin control, y abusivamente, el suelo patrio, a pesar de la defensa valerosa de jóvenes y adultos patriotas de la época, que lucharon sin desmayar, aun la superioridad armamentista de los “gringos”. Posiblemente, de ese tipo de ciudadanos, ya no quedan aquí.
También se tiene la percepción generalizada, de que lo invasores de entonces fueron quienes sembraron en la nación la letal semilla de las drogas alucinógenas; que comenzó desde esos tiempos a germinar, hasta convertirse en lo que es hoy, un flagelo social con siete cabezas, incontrolable ya; que se ha encargado de limitar casi por completo la capacidad pensante y aguerrida de la juventud dominicana. Se especula incluso era el propósito, y sobre cierto acuerdo de permisividad logrado, durante y después de la guerra, para poder conceder determinadas cosas al país.
En el presente, el arma más poderosa que tienen los interventores de ultramar, con incidencia marcada en los asuntos internos nuestros, para continuar subyugando, pisoteando e injerenciando hasta donde a ellos les viene en gana, es el otorgamiento y concesión de préstamos altamente condicionados a su antojo, en base a contratos suscritos con el Estado dominicano, aceptados aquí por los genuflexos seudos patriotas que se tienen; títeres y tecnócratas alienados, que sólo piensan en resolver sus problemas, y no los del país, aunque tengan que endeudarlo hasta la coronilla.
Algún día, alguien entre nosotros, tendrá que analizar y escribir para la historia dominicana, sobre el antes y después de aquel lejano abril, correspondiente al año 1965, estableciendo las comparaciones de lugar.
Muy a la vista está qe, los que hoy pueden disfrutar del sacrificio de aquellos patriotas inmolados, ni siquiera recuerdan con la reverencia debida los nombres de las figuras más destacadas de aquella epopeya histórica nacional. ¡Se luchó por nada, y para nada!
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Autor: Rolando Fernández
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