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viernes, 28 de mayo de 2010

Un loco adorable José Lima

Escrito por Enrique Rojas

-- Desde el momento en que recibí la noticia he buscado todas las excusas posibles para sentarme a escribir mis pensamientos al respecto. Es como si el corazón tratara de burlar a la razón con el burdo argumento de ignorar el hecho.

El pasado domingo fui despertado en mi hotel en Queens, Nueva York, con una llamada de Luichy Sánchez, gerente general de las Águilas Cibaeñas, para ponerme al día de que había recibido lo que él prefería considerar "un rumor" y no "una noticia" sobre la supuesta muerte del lanzador José Lima en Los Angeles.

La fuente que informó a Sánchez y las Águilas Cibaeñas era buena, pero ellos, al igual que todo el mundo, estaban en modo de "negación" hasta tanto la mala nueva no fuera un hecho requeteconfirmadamente real.

Fue José Azcona (simplemente "JD" para todos los que le conocen) el portador de la primicia y quien me puso en contacto directo con Dorcas Astacio, la viuda de Lima, para confirmar lo que pasó a ser noticia real y que con el dolor de mi alma debí reportar al resto del mundo.

Lima, uno de los personajes más pintorescos de la historia del béisbol dominicano y uno de los últimos extravagantes de Grandes Ligas, falleció en su cama víctima de un ataque masivo al corazón.

Casi una semana después aún me resisto a creer que un hombre lleno de vitalidad, joven y tan empeñado en hacerle la vida alegre a los demás como era Lima hubiera muerto repentinamente, al menos 40 años antes de lo que uno esperaría.

Aunque sus documentos legales señalaban que no cumpliría 38 años hasta el próximo 30 de septiembre, fuentes familiares confirmaron a ESPNdeportes.com que irónicamente murió el mismo día de su cumpleaños. Como la mayoría de peloteros dominicanos de su época, a Lima le falsificaron la edad, aunque solamente con tres meses de diferencia.

A Lima lo conocí en 1990. Yo cursaba mi primer cuatrimestre de la carrera de Comunicación Social en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), la primera del continente americano, y Lima entrenaba con los Tigres de Detroit, que lo habían firmado el año anterior, en el terreno de béisbol del alma mater, ya que la organización norteamericana no tenía una academia propiamente dicho en República Dominicana en esos tiempos.

Todos los días estaba a punto en esos entrenamientos, lo que llevó a mucha gente a advertirme de que el único título que conseguiría en la universidad sería de béisbol. ¡Y acertaron!


Cortesía Águilas Cibaeñas

José Lima siempre celebró los buenos momentos en la loma de pitcheo con Águilas Cibaeñas
Con una vieja grabadora que alguien me prestó, practicaba a ser periodista entrevistando a Lima y otros de sus compañeros (los jardineros Danny Bautista y Ruddy Pemberton, principalmente) y ellos practicaban a ser figuras importantes. Por supuesto, las entrevistas no saldrían publicadas en ningún medio, primero porque yo no era periodista real y segundo porque en 1990 ni Lima ni los otros eran noticia.

La vida nos llevó a diferentes sitios, pero siempre por caminos cruzados. Coincidimos como empleados de Leones del Escogido en la liga invernal dominicana, él como lanzador, yo como comentarista de radio y TV; lo entrevisté decenas de veces cuando estaba con Detroit (2 veces), Houston, Kansas City, Dodgers, Mets, Águilas Cibaeñas (2 veces), Escogido, equipos quisqueyanos en la Serie del Caribe, etc.

En 1997, la Serie del Caribe se realizó en Hermosillo, México, y Lima fue convocado desde el Escogido como refuerzo de los campeones Águilas, que lo habían cambiado a los Leones en 1994.

En el autobús que nos llevó (en esos tiempos todavía peloteros y periodistas compartían juntos en eventos sin que los acontecimientos personales se llevaran a los medios) del aeropuerto al hotel Araiza Inn, los jugadores de las Águilas le jugaban toda clase de bromas a su ex-compañero.

En un momento, Lima, a quien además de "Lima Time" y "El Mambo" también le llamaban "El Loco", se levantó de su asiento y se dirigió hacia donde estaba sentado Félix-El Gatito-Martínez, quien era la voz principal en las bromas al lanzador.

"Oye bien, sí, es verdad, yo soy loco", dijo Lima y consiguió que todos en el autobús nos calláramos. "Pero nunca he usado drogas, no violo niñas, no atraco y no doy cheques sin fondos", siguió diciendo en su peculiar estilo de hacer gestos exagerados al tiempo que hablaba.

Todos estábamos sorprendidos y en silencio, esperando que Martínez se levantara y la emprendiera a golpes contra Lima. Entonces, Martínez preguntó: "Mira, loco, ¿y yo hago esas cosas?" A lo que Lima respondió: "Yo no sé lo que tú haces, no conozco tu vida, yo simplemente te estoy diciendo lo que yo no hago". Y tranquilamente se fue a sentar.

El autobús estalló en risas y todos confirmamos lo que sabíamos desde mucho tiempo atrás. Lima estaba loco, pero era un loco adorable, uno imposible de no querer inmediatamente lo conocía.

En una ocasión, cuando estábamos con Escogido, llegó feliz a la oficina del equipo en el estadio Quisqueya. "Atención, tienen que decirme señor Lima desde hoy", anunció a todo pulmón.

¿La razón? ¿Firmó un contrato millonario en Grandes Ligas? ¿Le pegó a la Lotería Nacional? ¡No!

Lima estaba feliz porque había llegado al estadio montado en el "Balaguer-Móvil", un auto sin cobertura parecido al que usa el Papa que tenía el legendario dictador-presidente-caudillo Joaquín Balaguer (fallecido) y quien era uno de los grandes ídolos del lanzador.

Lima era pelotero, cantante, bailarín, amigo, compinche, filántropo, prestamista, consejero, asesor y sobre todas las cosas, un hombre que prefería obviar los golpes de la vida y actuar como si su existencia siempre fuera color de rosa para no transferir sus quejas a los otros.

En una ocasión se quedó sin trabajo en el béisbol organizado y Tony Peña, quien había sido su catcher con las Águilas y el invierno pasado fue su manager con el club cibaeño, estaba dirigiendo a los Reales de Kansas City y quería darle un vistazo.


Cortesía Águilas Cibaeñas

José Lima entona el Himno Nacional de Dominicana antes de un partido en la liga invernal
Peña organizó un partido simulado con algunos muchachos de las ligas menores de los Reales en uno de los terrenos de entrenamientos de la organización. No había más nadie en el campo, solamente los chicos a la defensa y dos o tres bateadores, pero Lima tuvo una extraña petición antes de comenzar.

"Tony, hasta que no oigo el himno nacional, mi sistema no registra que voy a lanzar. Necesito el himno para saber que el juego es real", dijo Lima.

Bueno, pues Lima cantó a capela, en alta voz y para nadie el himno de Estados Unidos desde el montículo y luego procedió a lanzar para probarle a Peña que merecía una oportunidad. Y claro que lo convenció.

Para muchos que no conocieron a Lima debe resultar sospechoso que todo el mundo esté hablando bien de un lanzador que en Grandes Ligas, salvo la gloriosa temporada de 1999, fue prácticamente del montón. ¿Parte de la cultura popular que dice que todo difunto fue bueno?

Puedo asegurarles a todos ustedes que aquí no estamos hablando de un segundo "Vadinho" ("Doña Flor y sus dos Maridos", de Jorge Amado). Lima fue tan extraordinario como ser humano que podía iluminar el sitio en donde estaba, aún después de permitir ocho carreras en tres entradas en un partido. Nunca estaba lo suficientemente enojado para amargarle la vida al prójimo.

Lima tuvo el mismo don de gente cuando era un novato ansioso por brillar en los medios, cuando llegó a las Grandes Ligas, cuando firmó su primer contrato millonario, cuando fue semi-retirado de la pelota y momentos antes de morir.

En el 2002, en su segunda estadía con Detroit, Lima pasaba por un mal momento contra los bateadores de la Liga Americana. Nos encontramos en Chicago, donde fui a entrevistar a Sammy Sosa y de paso asistí a un partido de los Medias Blancas.

Le comenté a Lima que el programa que tenía con Onfalia Morillo y Frank Prats estaba cambiando el nombre de "CentroDeportes" a "SúperDeportes" y quería hacer promociones agresivas para usarlas de bumpers.

Inmediatamente agarró el micrófono y sin meditarlo mucho se inventó un estribillo que cantó en cámara y se convirtió en nuestro slogan.

Ese mismo día había una promoción especial para que los fanáticos llevaran a sus perros al parque y los pasearan brevemente por el terreno antes del partido. Lima me entrevistó al menos ¡20 perros! para el programa. Les preguntaba en español, en inglés y luego les ladraba. Todo eso está grabado, por si las dudas.

"El béisbol necesita más tipos divertidos como José Lima", dijo Jerry Manuel, el manager de los Mets de Nueva York.

No sé si Lima ha sido el más divertido o el más loco del béisbol, pero al menos ha sido el loco más divertido que he conocido en este negocio de caras largas y egos agrandados.