Maria Marín
“Prometo serte fiel hasta que la muerte nos separe”, esta es una declaración común entre los enamorados, pero hasta los más comprometidos pueden olvidarla.
Una traición no ocurre únicamente cuando hay fricción, inestabilidad o sentimientos de venganza en una relación. Aún cuando un vínculo amoroso parece ser “estable y armonioso”, la mujer puede caer en la tentación fácilmente.
¿!Por qué!? Preguntarán los hombres. Yo respondo: “Señores: la insatisfacción y la costumbre son las mejores amigas de la infidelidad femenina”.
Existen tres motivos que pueden empujar a las mujeres al engaño:
Uno: perdida de la libertad.
Dos: falta de cariño y ternura.
Tres: exceso de aburrimiento.
El primer ejemplo es Juliana. Desde que se casó esta dedicada a complacer a su marido. Ella manifiesta: “siempre tengo que explicar a donde voy y a que horas llego. Para darle gusto, me visto, peino y maquillo como él lo indica. No es fácil complacerlo todo el tiempo y a veces me siento enjaulada, pero después de todo sé que él me quiere mucho y es un buen hombre. No estoy satisfecha pero ya me acostumbré”.
La segunda es Carolina, está con alguien que no sabe expresar sus sentimientos. Ella dice: “mi marido es excelente papá, trabajador y no tiene vicios. Solo me molesta su falta de ternura. El pobrecito no es cariñoso porque sus padres tampoco lo fueron con él Así que no puedo exigirle algo que nunca aprendió en su hogar. No estoy satisfecha pero ya me acostumbré”.
La tercera es Vanesa. Su compañero pasa los fines de semana encerrado en la casa. Ella expresa: “soy súper sociable y me encanta bailar, pero mi marido es introvertido, callado y se la pasa frente al televisor como un bulto de papa. Sin embargo, es comprensivo y nunca pelea. No estoy satisfecha pero ya me acostumbré”.
Estas tres mujeres están acostumbradas e insatisfechas. Por eso, son presas fáciles para cualquier hombre que se acerque con intenciones de conquista.
Juliana es vulnerable a ser infiel si llega alguien que le permita extender sus alas, ser ella misma y tener su propio espacio. Carolina estará al alcance de alguien que la mime, la consienta y le diga que la ama. Y Vanesa caerá en las garras de alguien que le traiga emoción, diversión y le ponga picante a su vida.
Quiero concluir aconsejando a los hombres que no esperen a tener “los cuernos en la cabeza” para darse cuenta que su pareja necesitaba de libertad, atención y afecto.
Y a las mujeres las motivo a que comuniquen sus necesidades. Por favor, no se engañen, ¡nadie se acostumbra al aburrimiento!, ¡nadie se acostumbra a perder la libertad! y ¡nadie se acostumbra a la falta de cariño!
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