Es imposible olvidar a José Rodríguez Salvador. Lo aseguran dos de los policías --los ahora inspectores jefes Margarita García y José Manuel Canga-- que en los años 90 participaron en la detención del violador del Vall d'Hebron. "Recuerdo su actitud chulesca y su cinismo cuando entró en mi despacho", explica Canga. Este policía era entonces jefe del grupo de homicidios del Cuerpo Nacional de la Policía de Barcelona.
Fueron tiempos convulsos en los que raro era el año en el que no irrumpía un violador en serie. "Eran investigaciones terribles. El contexto social era cruel con las víctimas, que se sentían culpables y a las que el terror bloqueaba de tal manera que muchas eran incapaces de identificar a su agresor, aun estando ya detenido", recuerda Canga.
El café de las monjas
De Rodríguez Salvador recuerdan los meses de vigilancias en el Vall d'Hebron. "Llorábamos del frío que llegamos a pasar. Subíamos hasta los huevos de Porcioles y, desde allí, controlábamos la montaña con prismá-
ticos. Suerte de unas monjas que nos abastecían de café caliente", añade. El testimonio de las víctimas era terrible. Rodríguez Salvador las amenazaba con una navaja y se entretenía paseándolas, lo que alargaba la tortura hasta tres horas. A muchas les robó el DNI, de otras se anotó la dirección, a todas les amenazó con matarlas si le denunciaban e incluso telefoneó a más de una después.
La inspectora jefe García trabajaba en aquellos años en la comisaría de Badalona. La prensa había publicado la existencia de este violador en serie y la angustia general contagió a las mujeres de sus compañeros policías. "Me telefoneaban para preguntarme qué hacían si les asaltaba", recuerda. Presionado en Vall d'Hebron, Rodríguez Salvador se trasladó al Maresme, donde residían muchas familias de policías que trabajaban con García: "Recuerdo a los compañeros hacer vigilancias, fuera de servicio, porque tenían miedo de que les pasara algo a sus mujeres".
Fue una de las víctimas de Badalona la que condujo hasta Rodríguez Salvador. La mujer, que le había denunciado, reconoció su Seat 127 blanco y anotó dos números de la matrícula. "Me decía que se parecía a Rambo. Después le vi la cara y lo entendí. Se refería a los pómulos de la cara", dice. La inspectora jefe García hizo de cebo para el violador más de una noche, al igual que otras mujeres policía. Deambulaban solitarias --y vigiladas de cerca-- por las zonas en las que actuaba. Ni a Canga ni a García les parece un buen método. Para el primero, el riesgo que asume la policía es muy alto. Su compañera recuerda "la angustia" que se pasa. "Solo es un buen sistema para novelas y películas", dicen.
Los policías siguen de cerca el debate generado en torno a la excarcelación de Rodríguez Salvador. El inspector jefe Canga, el policía que dirigió su detención, lo tiene claro: "Ni se rehabilita ni se rehabilitará. Cada vez que ha pisado la calle ha vuelto a hacer daño. Es un peligro y los peligros no pueden andar sueltos". A su lado, la inspectora jefe asiente.
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