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jueves, 14 de julio de 2016

Déjate encontrar por Dios

El ser humano siempre vive en una constante búsqueda de sí mismo. Existe en su corazón el anhelo de alcanzar la felicidad. Todas sus acciones; correctas e incorrectas, conscientes e inconscientes, van encaminadas a ese objetivo. Tanto es su deseo de saciar su interior, que en diversas ocasiones, se olvida de los demás, ignora la suerte de los otros. Sin darse cuenta, por ese afán de felicidad o de “alegría momentánea”, se vuelve individualista. Y al asumir dicha actitud, muchas veces, maltrata y ofende a sus propios semejantes por pretender obtener todo de un tirón. 
    
Luis Alberto De León Alcántara
Sin embargo, solo en Dios puede el hombre tener lo que realmente necesita para llenar su existencia con sentido. Él con su amor y su bondad, es el único capaz de comprender lo que verdaderamente puede darle a su criatura el aliento vital que logra rebosar su alma. Porque los caminos del ser humano son limitados, nunca consigue sentirse plenamente realizado, siempre en él se queda un hueco incompleto, un espacio por cubrir. La razón es sencilla, somos seres con perspectivas abiertas, jamás cerradas. Es decir, nuestra plenitud descansa en un ser ilimitado, en un ente fuera de espacio-tiempo. 
   
 No nos encontramos solos en esta realidad humana. Una fuerza divina nos cuida, nos protege y continuamente nos brinda su ayuda. Como la debilidad, la ignorancia, la falta de madurez en nuestras decisiones y las inseguridades en las cosas que hacemos nos traicionan provocando errores y equivocaciones, Dios sale en nuestro auxilio. Frecuentemente, a través de signos, gestos, personas, etc., busca la manera de hacerse presente para guiarnos por la senda correcta. No se cansa de salir al frente, de socorrernos y repetirnos la dirección que debemos tomar. Todo esto lo hace por amor y porque no quiere que ninguna persona cometa una acción que más tarde le duela.
    
Por eso hay que aprender a interpretar los símbolos celestiales, a discernir todo lo que nos ocurre a diario. Debemos ser humildes y aceptar que nada puedo obtenerlo solo en este mundo, que es preciso pedir la gracia de Dios, escuchar los consejos y orientaciones que las personas directa o indirectamente nos dan. Porque puede ser que en el carro, en la universidad, en el trabajo, en la casa o en cualquier otro lugar por donde transitamos, Dios nos está hablando y no nos estemos dando cuenta. 
San Agustín decía en las Confesiones, “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti”. Porque la paz y la seguridad perfecta solo se encuentran en Dios. Fuera del Maestro es imposible encontrarse a uno mismo. Pero para esto es menester dejarse encontrar por Dios, dejar que se haga su voluntad en nuestra vida. Reconocer que su voz resonó muchísima veces en lo más profundo de nuestra conciencia y la ignoramos.         

Pero lo dejamos perder y volvimos a caer. Será en ese instante cuando Dios aparecerá y cambiará todo en nosotros. Entonces, en ese momento comenzaremos a ser felices. 

Luis Alberto De León Alcántara