Un sábado más, el Papa Francisco celebró una nueva Audiencia Jubilar, en esta ocasión dedicada a los militares y policías, en la que recordó que Dios no se cansa de perdonar, para lo que se necesita deseo de reconciliación.
El Papa reflexionó sobre la reconciliación y recordó que “Dios no ha dejado nunca de ofrecer su perdón a los hombres: su misericordia se hace sentir de generación en generación”.
Francisco afirmó que al pecar “somos nosotros los que nos alejamos de Él, pero Él, viéndonos en el peligro, intenta acercarse todavía más a nosotros”.
“Dios no se resigna nunca a la posibilidad de que una persona permanezca extraña a su amor, a condición de encontrar en ella algún signo de arrepentimiento por el mal que ha cometido”.
Francisco aseguró que “solo con nuestras fuerzas no podemos reconciliarnos con Dios” porque “el pecado es de verdad una expresión de rechazo de su amor con la consecuencia de cerrarnos en nosotros mismos, engañándonos a nosotros mismos con encontrar más libertad y autonomía”.
Sin embargo, “de peregrinos en este mundo nos convertimos en errantes” porque “damos la espalda a Dios”.
Francisco explicó que “el pecado se ve solo a sí mismo y quiere ser de esta forma autosuficiente”. "Jesús reconstruye el puente que nos reconduce al Padre y nos permite rencontrar la dignidad de hijos”, afirmó.
El Santo Padre pidió entonces a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro dejarse reconciliar con Dios. “Este Jubileo de la Misericordia es un tiempo de reconciliación para todos”, aseguró.
A su vez, advirtió de que “la comunidad cristiana puede favorecer el retorno sincero a Dios de cuantos sienten su nostalgia”.
El Pontífice terminó señalando que “hacer experiencia de la reconciliación con Dios permite descubrir la necesidad de otras formas de reconciliación: en las familias, en las relaciones personales, en las comunidades eclesiales, como también en las relaciones sociales e internacionales”.
“La reconciliación es en efecto también un servicio a la paz, al reconocimiento de los derechos fundamentales de las personas, a la solidaridad y a la acogida de todos”, dijo dirigiéndose a los policías y militares.
Precisamente a ellos, dijo al final: “las fuerzas del orden tienen la misión de garantizar un ambiente seguro, para que todo ciudadano pueda vivir en paz y serenidad”.
“Están llamados no solo a prevenir, gestionar o poner fin a conflictos, sino también a contribuir a la construcción de un orden fundado sobre la verdad, la justicia, el amor y la libertad”.
"La afirmación de la paz no es algo fácil, sobre todo a causa de la guerra, que seca el corazón y aumenta la violencia y el odio. Les exhorto a no desanimarse. Prosigan su camino de fe y abran sus corazones a Dios Padre misericordioso que no se cansa nunca de perdonarnos”.