El Papa Francisco comenzó la jornada de este sábado en México con la Ceremonia de Bienvenida en el Palacio Nacional de la Ciudad de México. Francisco ha sido el primer Pontífice en visitar el Palacio Nacional de este país, un hecho histórico a 24 años del restablecimiento de relaciones entre la Santa Sede y México.
El Santo Padre dejó la Nunciatura apostólica –donde se aloja durante su visita– a las 8:41 a.m. hora local y recorrió en papamóvil los 14 kilómetros que lo separaban del Palacio Nacional. Antes de subir al papamóvil, saludó brevemente a los fieles que se encontraban fuera esperando verlo, como es el caso de dos ancianas y varios niños con discapacidad.
Como es costumbre, también durante el trayecto Francisco saludó a los miles de fieles que lo esperaban.
Poco menos de una hora más tarde llegó al Palacio del Presidente del gobierno Mexicano, Enrique Peña Nieto, donde fue acogido en el Patio de Honor. El Santo Padre subió junto al Presidente y a la Primera Dama a un pequeño estrado y se mantuvieron en silencio mientras sonaron los himnos oficiales del Vaticano y de México. A continuación, se presentaron las dos delegaciones y el Pontífice y el Presidente se retiraron en privado para mantener una reunión.El encuentro tuvo lugar en el Estudio Presidencial, situado en el tercer piso del Palacio, al mismo tiempo que se celebraba un encuentro bilateral entre algunos miembros del séquito papal y autoridades del gobierno mexicano.
Luego del encuentro privado, el Presidente le mostró un sello conmemorativo de la visita y algunas zonas de la Palacio Presidencial. En uno de esos momentos, un niño rompió el protocolo y corrió a abrazar al Santo Padre. A continuación, hubo un momento para las fotos oficiales.
Después, el Papa Francisco y el Presidente Enrique Nieto se desplazaron hasta el Patio Central para el encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático.
En su discurso el Santo Padre afirmó que “vengo como misionero de misericordia y paz pero también como hijo que quiere rendir homenaje a su madre, la Virgen de Guadalupe, y dejarse mirar por ella”.
“Pienso, y me animo a decir, que la principal riqueza de México hoy tiene rostro joven; sí, son sus jóvenes. Un poco más de la mitad de la población está en edad juvenil. Esto permite pensar y proyectar un futuro, un mañana. Da esperanzas y proyección”.
El Papa resaltó luego que “un pueblo con juventud es un pueblo capaz de renovarse, transformarse; es una invitación a alzar con ilusión la mirada hacia el futuro y, a su vez, nos desafía positivamente en el presente”.
El Pontífice alertó luego que “la experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo”.
Para concluir, el Santo Padre confió su viaje a “la Virgen de Guadalupe, pido que me mire, para que, por su intercesión, el Padre misericordioso nos conceda que estas jornadas y el futuro de esta tierra sean una oportunidad de encuentro, de comunión y de paz”.