El cardenal Cañizares, arzobispo de Valencia, aseguró ayer en una conferencia pronunciada en el Ateneo de la ciudad levantina que el Papa le manifestó su preocupación por la situación de España en estos momentos. El cardenal abogó por recuperar el espíritu de la Transición.
(Las Provincias) Para afrontar los que definió como «tiempos nada fáciles, tiempos recios» para España, el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, abogó ayer por la recuperación del espíritu de la Transición. Lo hizo ante las 300 personas que ocuparon la planta baja y el primer piso del salón de actos del Ateneo de Valencia para escuchar la conferencia «El papel de la Iglesia en la actual coyuntura española» en el marco del Aula Las Provincias.
El cardenal -que fue presentado por el jefe de Opinión de Las Provincias, Pablo Salazar-,destacó el espíritu de entendimiento y la capacidad de los protagonistas de aquel momento para renunciar a los que fueran intereses particulares de sus respectivos grupos políticos en beneficio del bien común, concepto que a su juicio es fundamental. Y lamentó que en estos momentos no es ese el espíritu que contempla, sino que lo que ocurre es que «unos se echan las culpas a los otros».
Como medicina para afrontar ese echarse las culpas unos a otros consideró adecuada la unidad «de gobierno, oposición, partidos políticos, fuerzas sociales económicas, fuerzas empresariales y sindicales, instituciones universitarias y culturales y la Iglesia» en tanto que considera que es responsabilidad de todos «salvar, fortalecer, hacer avanzar a España. Más allá de salvar la democracia, se trata de salvar a España porque entonces salvaremos la democracia. Porque España no será sin democracia».
Las referencias a la Transición Española poniendo el acento en la trascendencia de atender al bien común fueron varias. Insistió en que entonces «se miró por el bien común, por encima de los partidos». Citó ejemplos de ese camino por la senda de la renuncia a los intereses particulares al lanzar al público preguntas que hacían referencia a aquellos momentos: «¿Quién iba a pensar el Partido Comunista iba a aprobar una monarquía?¿Quién iba a pensar que el Partido Socialista iba a aprobar una constitución en la que se habla de determinadas libertades, o a pensar que la derecha capitalista iba a admitir una economía social de mercado?».
Y como conclusión de esa reflexión interpeló al público planteando «¿por qué hoy no es posible?». La respuesta del purpurado fue clara. Entonces se miraba al «bien de España» y ahora se mira a «otros intereses particulares». La atención que prestó a ese periodo de la historia de España le llevó también a defender la aportación del papel que la Iglesia jugó. Habló «del cardenal Tarancón, del cardenal Marcelo González, y de toda la Conferencia Episcopal» y consideró que sus aportaciones fueron decisivas, «aunque no se reconozca».
En opinión del cardenal aquellos tiempos trajeron «una palabra de paz, de una Iglesia independiente, no mezclada con el poder, que llamaba a la reconciliación, una Iglesia que buscaba la unidad» y ahora «es necesario tomar este nuevo impulso en el proyecto común que somos». Defendió que la Iglesia en la actualidad tiene un papel «semejante al de aquella época y para el futuro de España consideró que es necesario «rehacer nuestro camino, reemprenderlo con la esperanza de un hacer común, la que ha hecho posible una gran empresa común».
Don Antonio habló de una España que lleva «una temporada larga con hechos que nos zarandean y aturden. Tiempos recios, diría Santa Teresa. Nada fáciles» y por ello consideró que no «pueden hacer mella en nosotros», sino que deben considerarse como momentos que «invitan a no bajar la guardia». Consideró que el país debe asumir la responsabilidad «insoslayable» para todos en estas circunstancias para «las que no hemos de buscar responsables que nos exoneren de culpa».
La preocupación por el laicismo «creciente» y por el hecho de que «todos los días estamos viendo ataques a la libertad religiosa» fueron otras de las cuestiones que abordó el cardenal en una intervención que abrió con su identificación con el Concilio Vaticano II, del que destacó que «es el gran concilio de la renovación» y, por tanto de una «presencia nueva en la sociedad».
El purpurado mencionó el documento «La Iglesia y los pobres» como texto que marca el camino a seguir en esta «sociedad que está olvidando a los pobres, porque las fuerzas políticas y las fuerzas sindicales están olvidando a los pobres».
Cañizares explicó que en su reciente viaje a México acompañando al Papa Francisco, el Pontífice insistió en que en estos momentos «no podemos resignarnos» y cuando el purpurado le agradeció estas palabras, el Papa le respondió que «en estos momentos España me preocupa» y ahora, añadió el arzobispo, «es la hora de la Iglesia para dar esperanza».