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jueves, 11 de febrero de 2016
Ama y haz lo que quieras
San Agustín es el autor de la frase: “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor, si gritas, gritarás con amor, si corriges, corregirás con amor, si perdonas, perdonarás con amor. Si está dentro de ti la raíz del amor, ninguna otra cosa sino el bien podrán salir de tal raíz”. Porque el amor es la respuesta todas nuestras preguntas, a todas nuestras dudas y temores en la vida. Solo el que ama es libre y actúa con un corazón digno de la felicidad. El amor cambia rostros y reanima el interior de todo ser humano.
Reconociendo la trascendencia del amor, el filósofo francés Gabriel Marcel, solía decir: “Amar a alguien es decirle tú no morirás”. Amar es valorar a la persona en su máxima expresión, pasando de un simple pensamiento banal de nuestros semejantes a una concepción ontológica de cada individuo que forma parte de este mundo. Cuando se ama, no miramos con prejuicio ni mucho menos con desprecio a los demás, todo lo contrario, nuestra actitud eleva el pensamiento y comenzamos a sustituir nuestra mirada miope por un enfoque integral donde al ser humano logramos amarlo por su dignidad.
El Papa Benedicto XVI, en su encíclica, “Deus Caritas Est”, habla del amor ágape y el amor eros. El primero es el amor de Dios, aquél que es capaz de entregar la vida por el otro sin esperar nada a cambio. El segundo, es un amor recíproco, el sentimiento humano que se fortalece con la correspondencia de la otra persona. Ambos vienen de Dios, en la medida en que se hacen presente de manera consciente y madura, el verdadero sentido del amor se queda en el pensamiento de las personas. Porque el amor tiene una dimensión profunda, se expande de manera horizontal y vertical. No excluye a nadie. Se caracteriza por sumar, jamás por restar.
Ahora bien, cuando existe una mala noción del amor, las personas se vuelven egoístas. Fijan sus frustraciones en los otros, comienzan a tratar a quienes les rodean como si fueran amenazas, estorbos que se hacen necesarios quitar para no sentirse turbados. Esta es la razón por la cual muchos hombres deciden acabar con la vida de una mujer, y al instante de suceder el hecho, se suicidan, porque reconocen al momento, que el amor no es un objeto, una propiedad ni tampoco un derecho adquirido por la fuerza.
El que ama hará lo correcto. Reconocerá sus errores. Dejará pasar aquellas cosas que no entiende. Será capaz de aceptar que el amor supera su naturaleza humana. Vivirá en un mundo real y no en un espacio imaginario. Entenderá la libertad no como un capricho instintivo sino como la reflexión de lo que hacemos para encausar nuestros pasos siempre hacia el bien.
Quien tome el camino del amor, tendrá la sabiduría como sendero, y su conciencia escuchará a Dios cuando sienta dudas y temor para decidirse hacia dónde puede ir.
Luis Alberto De León Alcántara