Al iniciar el nuevo año pido la paz y las bendiciones de Dios para que nos acompañen y protejan de todo mal, además desearles una feliz fiesta de la Epifanía “manifestación” del Señor, conocida como día de Reyes y que litúrgicamente celebraremos mañana.
En esta oportunidad queremos compartir el mensaje del Papa Francisco para la Cuadragésima nona (49) Jornada Mundial de Oración por la paz, que lleva como tema “Vence la indiferencia y conquista la paz”. Afirma el papa Francisco: “Dios no es indiferente, a Dios si le importa la humanidad y nunca nos abandona”, de este modo cada uno de nosotros estamos llamados a involucrarnos y solidarizarnos con las realidades que nos circundan y a las cuales podemos contribuir desde nuestra profesión, y el lugar concreto donde nos encontremos. Todos podemos poner nuestro granito de arena. Nos dice el Papa: “La indiferencia, y la despreocupación constituyen una grave falta al deber que tiene cada persona de contribuir, en la medida de sus capacidades y del papel que desempeña en la sociedad, al bien común, de modo particular a la paz, que es uno de los bienes más preciosos de la humanidad”.
Francisco define la solidaridad como ''la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos'', porque la compasión surge de la fraternidad.
Así entendida, la solidaridad constituye la actitud moral y social que mejor responde a la toma de conciencia de las heridas de nuestro tiempo y de la innegable interdependencia que aumenta cada vez más, especialmente en un mundo globalizado, entre la vida de la persona y de su comunidad en un determinado lugar, así como la de los demás hombres y mujeres del resto del mundo. El Papa en este Año jubilar formula un llamado urgente a los responsables de los Estados para hacer gestos concretos en favor de nuestros hermanos y hermanas que sufren por la falta de trabajo, tierra y techo. Expresa: “Pienso en la creación de puestos de trabajo dignos para afrontar la herida social de la desocupación, que afecta a un gran número de familias y de jóvenes y tiene consecuencias gravísimas sobre toda la sociedad.
La falta de trabajo incide gravemente en el sentido de dignidad y en la esperanza, y puede ser compensada sólo parcialmente por los subsidios, si bien necesarios, destinados a los desempleados y a sus familias. Una atención especial debería ser dedicada a las mujeres, desgraciadamente todavía discriminadas en el campo laboral, y a algunas categorías de trabajadores, cuyas condiciones son precarias o peligrosas y cuyas retribuciones no son adecuadas a la importancia de su misión social. Por último, quisiera invitar a realizar acciones eficaces para mejorar las condiciones de vida de los enfermos, garantizando a todos el acceso a los tratamientos médicos y a los medicamentos indispensables para la vida, incluida la posibilidad de atención domiciliaria. Los responsables de los Estados, dirigiendo la mirada más allá de las propias fronteras, también están llamados e invitados a renovar sus relaciones con otros pueblos, permitiendo a todos, una efectiva participación e inclusión en la vida de la comunidad internacional, para que se llegue a la fraternidad también, dentro de la familia de las naciones”.