El arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer, dedicó su primera reflexión del año en el programa «Claves para un Mundo Mejor», al punto de vista religioso y cristiano que tiene el 2016 por haber sido instituido por el papa Francisco como el Año Jubilar de la Misericordia. El prelado ha exhortado no solo a recibir la misericordia de Dios sino a practicarla con los más necesitados.
(Aica) «Los años jubilares se repiten, en la Iglesia, cada 25 años pero este es Año Jubilar Extraordinario. Jubileo viene de júbilo y júbilo viene de una palabra hebrea, ‘iobel’, que designa el cuerno con el cual se anunciaba, en el Antiguo Israel, el comienzo del año jubilar que era el día de la expiación», explicó.
«Es un año de alegría pero al mismo tiempo es un año penitencial, un año en que nosotros podemos apelar y obtener la indulgencia de Dios por eso el Papa ha abierto, el 8 de diciembre pasado, la Puerta Santa en la basílica de San Pedro en Roma. Y nosotros hemos abierto, en la catedral de La Plata, el Tercer Domingo de Adviento, una Puerta Santa que es la principal y hemos designado también otras iglesias que tiene Puertas de estas características. Y esto se ha realizado en todas las diócesis del mundo», precisó
El prelado manifestó que «a lo largo de este año, los cristianos atravesando simbólicamente esa Puerta busquemos la Misericordia de Dios, la plena indulgencia de nuestros pecados… La indulgencia es esa absolución de la pena temporal que merecemos por los pecados y que se absuelve ofreciendo a Dios nuestros sufrimientos, nuestras penas, o por la autoridad de la Iglesia cuando Ella nos lo concede como lo va a conceder en este Año Jubilar a través de ciertas actividades que tengamos que cumplir».
Mons. Aguer recordó que San Cesáreo de Arlés, Padre de la Iglesia, «decía que hay dos tipos de Misericordia: una misericordia humana y terrena y otra celestial y divina. La primera, la humana y terrena, consiste –dice San Cesáreo- en ocuparse de los pobres y atenderlos en sus necesidades y la segunda, la celestial y divina, la que Dios imparte, consiste en el perdón de los pecados».
«Esas dos realidades están unidas en este Año Santo. Nosotros queremos recibir la Misericordia de Dios, queremos recibir el perdón de los pecados, la indulgencia plenaria para que nos purifique, que nos santifique, que nos dé la posibilidad de iniciar una vida nueva. Y luego también la misericordia que nosotros debemos ejercer con nuestros hermanos, especialmente con nuestros hermanos más pobres», añadió.
El arzobispo platense sostuvo que «cuando decimos ‘los más necesitados’ podemos hacer una lista larguísima en la Argentina y en el mundo de hoy. No es solamente el pobre que nos golpea la puerta y nos pide un poco de comida sino tantos niños abandonados, tantos jóvenes ‘ni-ni’ como se los llama porque ni estudian ni trabajan, tantos jóvenes también atrapados por las adicciones ya sea por el alcohol o las drogas, tantos familias desunidas con las consecuencias que pagan los miembros de esas familias o los hijos».
«Por eso estamos ante un año para recibir y ejercer la misericordia y esto le da un tono especial a este comienzo del año y tenemos que enfocarlo así. Comenzó el 8 de diciembre y terminará el domingo de la fiesta de Cristo Rey, hacia fines de noviembre. Tenemos tiempo para vivirlo pero es bueno decidirlo ya. Hasta la semana que viene y feliz año nuevo de la Misericordia», concluyó.