Sabemos que el vivir-existir en el día de hoy, generalmente, transcurre desde las grandes pantallas, exagerados titulares, los nombres más relevantes, los avances tecnológicos importantes, las noticias de los grandes sucesos: desapareció un avión con 170 pasajeros, las irracionales guerras entre países hermanos, violaciones, suicidios, femenicidios, fotos descarnadas de personas accidentadas, los avances de películas y de las absurdas telenovelas, sin respetar los horarios para infantes,… Noticias que mañana serán informaciones de ayer porque la rapidez de la vida así lo va estableciendo.
Generalmente nos llaman la atención aquellos grandes y coloridos titulares que nos llegan por el mundo virtual y el escrito. Me recuerdo de un gran titular en un periódico de circulación nacional, un segundo domingo de adviento, que decía en primera página y en color rojo “HOMBRE MATA CONCUBINA Y SE SUICIDA”, y en la penúltima página y en letra pequeña nos ofrecía la noticia de que “médico investigador dominicano desarrolla las córneas”, mis tres homilías de ese domingo fueron con el periódico en las manos y en la conciencia.
Lo que sucede es que esos grandes titulares olvidan los pequeños detalles del diario vivir-existir. Detalles que nos hablan de la vida según Dios nuestro Creador. Que creó el mundo en seis días, paso a paso, como es la gestación de una vida en el vientre de una madre, como es el nacer, crecer aprender y aprehender a vivir y existir de esa pequeña criatura en lo concerniente a conocer a sus padr4es, hermanos si los hay, familiares, el entorno donde va creciendo, el saber de los colores, letras, palabras, dormir, despertar, comer, bañarse, vestirse, ponerse las medias, los zapatitos, peinarse, dar los primeros pasos,… es como la semillita que germina desde la oscuridad de la tierra, surge al calor o frío de cada día, bosteza, y emprende el largo camino de crecer, fortalecerse, florecer, germinar los frutos,…
Es el vivir-existir que se va hilvanando puntada a puntada, sin estruendo, ni ruidos, sin la inmediatez que el mundo postmoderno nos quiere acostumbrar. Mundo en donde las palabras agobios y estrés parecer estar más de moda que el sosiego, descanso, silencio y paz que nos ofrece la vida que se sabe gustar internamente y disfrutar, como se disfruta el estudio pausado, el trabajo realizado con amor, la entrega de esposos sin horario ni las prontitudes de un motel, es el gustar un encuentro sin los celulares en las manos ni el paso rápido del presente segundo al próximo.
Me llama poderosamente la atención los procesos en las investigaciones, escritos, descubrimientos tecnológicos y científicos, que cuando se logran son noticias de primeras páginas y del espacio cibernético, algunos son premios nobeles, noticias que no detallan los años transcurridos, segundo a segundo, minuto a minuto, hora tras hora, mes tras mes, para llegar a ese nuevo conocimiento o a colocar ese nuevo libro en los estantes de nuestras librerías.
Me sorprenden los detalle de Dios, de Abrahán, Moisés, los Profetas, los detalles de Jesús que se sentaba a hablar con los niños, a comer en una mesa, a atender a un enfermo, a hablar con una pecadora, a lavar los pies a los apóstoles; los detalles de nuestros libertadores, de Gandhi, la Madre Teresa de Calcuta, de Mandela, de nuestros agricultores; los detalles de un ave al tejer su nido; los detalles de una madre al enseñarnos la verdad de la vida, los procesos de conocimientos en un niño, adolescente, joven y profesional, los pasos casi inadvertidos del regalo de cada día; rezo con cada lluvia al saber que ese torrente de agua que cae desde la nube son incontables gotas de agua.
Es el ver cómo nuestro Papa Francisco detiene el sencillo papa móvil para abrazar a un niño. Es que así transcurre el verdadero vivir, así es la existencia que se gusta internamente y se hace vida en nuestras conciencias, y no ese caminar tan aprisa, conducir un vehículo como si fuera el correr en un rally. Es la vida que va tejiendo la calidad y trascendencia de nuestra existencia repleta de calidad y de sentido trascendente. Es el transcurrir por este mundo sin prisa ni pausa. Es el saber caminar por este mundo desde el “vísteme despacio que voy a prisa”. Es el saber gustar internamente cada instante de nuestra existencia. Y gustar cada instante con conciencia alegre, responsable y agradecida.
Es saber que cada detalle e instante de nuestra vida está encaminada y abierta a lo que somos y estamos llamados a llegar a ser: servicio desde la vida infinita de Dios y el amor gratuito a cada persona.
SENCILLEZ HUMILDE QUE SE HACE VERDAD ETERNA EN LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS EN EL VIENTRE VIRGEN DE MARIA DE NAZARET