El papa Francisco visitó ayer, como parte de su programa en Kenia, la sede de la Organización de las Naciones Unidas en Nairobi. El Santo Padre llegó al edificio y fue recibido por la directora general, la señora Sahle-Work Zewde. Después de firmar en el Libro de Oro, se dirigió al parque para plantar un árbol, como símbolo de la defensa de la creación, un «gesto simbólico y sencillo, cargado de significado en tantas culturas» dijo.
(Zenit) Llegado al nuevo edificio de la UNEP (United Nations Environment Programme), los presentes le recibieron con gran entusiasmo y aplausos. A ellos el Papa les recordó que en breve iniciará en París la cumbre COP21 sobre el clima, en donde espera se concluya un acuerdo global, basado «en los principios de solidaridad, justicia, equidad y participación».
Pidió así que la economía y política sean puestas al servicio de los pueblos, sin caer en la «globalización de la indiferencia, ni en las formas extremas de la cultura del descarte y de exclusión social», ni en las «nuevas formas de esclavitud, el tráfico de personas, el trabajo forzado, la prostitución, el tráfico de órganos».
El Santo Padre pidió además que «el proceso de urbanización se convierta en un instrumento para el desarrollo y la integración, a fin de garantizar a todos, condiciones de vida dignas».
Otro tema fueron los tratados de libre comercio regionales que «deberían ser un instrumento para asegurar un mínimo de atención sanitaria y de acceso a los remedios básicos para todos» y de seguir en el combate contra enfermedades como la malaria y la tuberculosis.
El Pontífice concluyó sus palabras indicando su esperanza en que la ayuda multilateral pueda dar un futuro seguro. «Lo será –concluyó– si los representantes de los Estados sabrán dejar de lado los intereses sectoriales e ideologías, y buscar sinceramente el servicio al bien común».