El obispo de Roma realiza su primer peregrinaje por tierras sudamericanas, expresó que pisar tierra ecuatoriana, es como si fuera pisar su propia casa. Hubo dos celebraciones multitudinarias, una en el Parque Los Samanes, Guayaquil, acudieron unas 800,000 personas; y la otra en el Parque Bicentenario, en Quito, capital de Ecuador, allí asistieron unas 900,000 personas. En cada discurso homilético, el Santo Padre se mostró sensible y preocupado por la situación que atraviesa la familia, siendo los pobres la gran deuda que aún tienen toda América Latina.
En Guayaquil, el papa Francisco coloca a María como modelo de mujer atenta, solidaria a las necesidades de los novios en las bodas de Caná; la madre de Jesús no se enfrasca en su mundo, se da cuenta de que les falta el vino. El vino es signo de amor, de alegría, de abundancia. Hoy se percibe que nuestros adolescentes y jóvenes, carecen de ese vino, ancianos dejados fuera de la fiesta de sus familias.
También la carencia de ese vino puede ser el efecto de la falta de trabajo, la escasez de empleo, puede provocar delincuencia. El Estado, añado yo, debe propiciar políticas que ayuden a recatar algunos valores tradicionales de la familia. En el seno de la familia, nadie es descartado, todos valen lo mismo. La familia es el hospital más cercano.
La familia constituye la “gran riqueza social” que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca sentido de los servicios que la sociedad presta a sus ciudadanos. La siguiente afirmación del Papa Francisco, es contundente: “…estos servicios que la sociedad presta a los ciudadanos, estos son una forma de limosna, sino una verdadera “deuda social”.
La familia también forma una pequeña iglesia doméstica, que junto con la vida, encauza la ternura y la misericordia divina. Dado los ataques despiadados que sufre la familia, necesita de este milagro, el milagro del mejor vino .El vino del amor que ofrece Jesús. Él que es esperanza que nunca se marchita. Junto al Hijo de Dios, podemos encontrar soluciones y ayudas concretas a las muchas dificultades e importantes desafíos que hoy la familia debe afrontar.
En Quito, manifestaba, que constatamos a diario un mundo lacerado por la violencia y las guerras, y según el papa Francisco tiene su origen en el “difuso individualismo” que nos separa y nos enfrenta (cf. Evangelii Gaudium, 99), son manifestaciones de la herida del pecado en el corazón de las personas, cuyas consecuencias sufre también la sociedad y la creación entera. Para lograr la unidad en la diversidad de dones, es necesario asumir con valentía la tarea de la Evangelización. San Pablo nos recuerda: “ay de mí si no evangelizo” (1Co 9,16). Darse al otro es evangelizar, donándose el hombre vuelve a encontrarse a sí mismo con verdadera identidad de hijo de Dios, semejante al Padre y, como él, dador de vida, hermano de Jesús, del cual da testimonio. Eso, según el papa Francisco es evangelizar, ésa es nuestra revolución-porque nuestra fe siempre es revolucionaria-.