Este próximo domingo conmemoramos 56 aniversario de esa fecha histórica del 14 de junio. Hoy quiero compartir con ustedes mi sentir sobre esta efeméride.
Al llegar esta fecha siento mi corazón palpitar más aceleradamente: acaso por nostalgia, por tristeza de los tiempos perdidos o porque mis padres, al igual que muchos de su generación, pertenecieron a este movimiento.
El 14 de junio es un día patrio, un día histórico. Un día para que siempre viva en la memoria de todo aquel que se sienta ser dominicano y dominicana. Para todo el que sienta correr por sus venas la sangre de la tan sufrida y maltratada Quisqueya.
Un día para meditar sobre los hechos que han marcado de manera trascendental la historia de la República Dominicana. Un día para reflexionar sobre cada una de las muertes físicas, sobre cada una de las almas que fueron mutiladas en esos tiempos de oscuridad y de salvajismo grotesco. Un día para encontrarnos con nuestro pasado y ver cómo nos arrancaron a nuestros mejores hombres y mujeres. Cómo mutilaron a aquellos y aquellas que murieron por un ideal, aquellos y aquellas que validaron sus sueños y sus deseos.
El Movimiento Político del 14 de Junio recogió en su seno a la generación pensante, sana, intelectual de esta nación. Albergó a los hombres y mujeres valientes que lucharon por una patria nueva. A hombres y mujeres que se entregaron a la causa sin intereses, sin esperar recompensas pecuniarias o de estatus sociales. Acogió en su seno a hombres y mujeres que sacrificaron sus bienes materiales a cambio de bienes de dignidad, respeto, libertad y mejor calidad de vida para sus conciudadanos y conciudadanas.
El tiempo ha pasado y hoy República Dominicana es totalmente diferente a lo que ellos soñaron. Si bien es cierto que hoy respiramos ciertos aires de libertad, no deja de ser también cierto que hoy arrastramos pesares que describen una realidad muy distante de las que idearon. No tenemos institucionalidad, la seguridad social es una utopía hasta prueba en contrario. No estamos representados por funcionarios y funcionarias que piensan en el bienestar común de todos y todas sino de ellos mismos. Nuestros políticos y supuestos líderes son en su mayoría fuentes de corrupción y engaño para el pueblo y nos han hecho perder la fe en los mismos por el comportamiento que han demostrado tener al transcurrir de los tiempos. El Estado es un pastel que se reparte entre todos los que les toca el turno del Gobierno.
Lamentablemente ellos y ellas murieron por nosotros pero sus conciudadanos no hemos sabido valorar su sacrificio. Simplemente hemos aceptado, permitido y aguantado de manera silente, sumisa y cómoda todo lo que nos han dado y ofrecido los gobiernos que hemos tenido. Porque esos hombres y mujeres han dejado un vacío en el escenario político, social e intelectual de nuestro país. La mayor expresión de dicho vacío es la ausencia de un liderazgo con la altura y la trascendencia de la heroica Raza Inmortal.
Los responsables de su aniquilamiento fueron muy astutos porque no solo aniquilaron a esa generación, sino también de manera estratégica se encargaron de aniquilar la capacidad de construir sueños colectivos a las nuevas generaciones. Con una educación alienante y la difusión de una cultura crítica vemos que la mayoría de nosotros hemos perdido el patriotismo y este país nos importa un bledo.
Me pregunto qué diría, qué sentiría Minerva Mirabal, Manolo Tavárez Justo y tantos hombres y mujeres que formaron parte de ese grandioso movimiento. Qué decepción tan grande sentirá la generación que vivió esos tiempos, que aún viven y que no pueden hacer nada más que observar, asombrarse y quizás reprocharse por tener el país que tenemos. Por tener ante sus ojos a una nueva generación indiferente, apática y materialista.
Hoy solo nos resta encenderle una luz a esas grandes almas para que desde esa otra dimensión donde habitan sigan aportándonos su guía, su iluminación, su sabiduría, para que no nos perdamos completamente. Hoy sólo nos resta pedirle que sigan interfiriendo con la divinidad para que influyan en las mentes de los que tienen el poder de cambiar las cosas para el bien de todos y de todas. Sólo nos resta entregarles nuestro ramo de olivo para que la paz reine en sus almas y en las nuestras. Sólo nos resta bendecirles, alabar sus nombres y sus proezas para que las futuras generaciones nunca olviden su historia.
¡Qué viva por siempre el Movimiento del 14 de Junio, sus ideales, sus principios! Es una de nuestras tantas asignaturas pendientes.
La autora es abogada y docente universitaria.