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viernes, 10 de abril de 2015

Pascua, pasar de la oscuridad a la luz

La iglesia universal vivió, el pasado sábado por la noche, uno de los acontecimientos más hermosos, lleno de signos y símbolos: La Vigilia Pascual. Este tiempo de gozo y de alegría viene presidido por el tiempo de Cuaresma. Para vivir intensamente la espiritualidad de este tiempo, exigía la práctica del  ayuno, la oración y la limosna, encaminada a prepararnos espiritualmente para vivir una Pascua gozosa, iluminada por la luz que brota de Cristo resucitado.
    
Cuando no se asume en todos los aspectos el tiempo de preparación para la Pascua, el cristiano se estaciona en la oscuridad. Y quien se queda anclado en la oscuridad no avanza hacia la luz, pues la oscuridad en sentido teológico es sinónimo de pecado. El pecado nos arrebata la gracia, y sin la gracia no se puede combatir las fuerzas del mal que siempre nos acechan, para destruir lo que nos ha costado esfuerzos, sacrificios y largos años de vida de fe cultivada.
    
Tenemos casos tristes y desgarradores de personas estacionadas en la oscuridad, son aquellos individuos, que por ser hijos de las tinieblas solo cosechan desgracias para la su propia familia y la colectividad. Está el corrupto, que aprovechando la debilidad judicial con ribetes de complicidad, hace y deshace, desde la posición  que desempeña, sin importarle lo que piensen sus allegados y el pueblo de su acción corrupta. Este tipo de persona ha perdido la vergüenza.
    
Los males sociales tienen muchos componentes, y se percibe, según el obispo de la ciudad del Jaya, monseñor Fausto Ramón Mejía Vallejo: “En la corrupción pública y privada, en el creciente endeudamiento, en la no independencia de los poderes públicos, el auge el narcotráfico y el consumo de las drogas, en el aumento de los juegos y el exceso de las bebidas alcohólicas, en la ruptura de la vida familiar, el clientelismo político y en la creciente pobreza donde la mayoría carece de lo elemental”. 
    
Aparentemente el país se encarrila a caminos de oscuridad. Los robos y atracos, asesinatos y la corrupción, son el reflejo de la descomposición social que lastima a la República Dominicana.                 

Es el corazón del hombre el que está atrofiado, y lo que urgentemente tenemos que arreglar primero. Hemos de ser capaces, si de verdad hemos pasado de la oscuridad a la luz, de disponernos como ha dicho el papa Francisco: “No se puede vivir la Pascua sin entrar en el misterio, es decir, la capacidad de asombro, de contemplación; capacidad de escuchar el silencio y sentir el susurro de ese hilo de silencio sonoro en el que Dios nos habla”. 
    
Entrar en el misterio nos exige no tener miedo de denunciar lo que está mal; no cerrarnos en un conformismo, pensando que habrá tiempos mejores, mientras los corruptos desangran las arcas del Estado; no cerrar los ojos ante los problemas que nos afectan como pueblo dominicano, no negarlos con palabras que anestesian los sentidos, ni muchos menos eliminar los interrogantes, tal como dijo en una ocasión,  Don Hélder Cámara: “Si pido comida para los pobres, me dicen que soy santo, y si pregunto por qué los pobres no pueden comer por sí mismos, me acusan de comunista”.
    
Estamos justo a tiempo para desterrar esas oscuridades que obnubilan los sentidos y no permiten mirar vías de solución. Nuestro pueblo espera por hombres y mujeres con arrojo y valentía. Nuestro país merece un mejor destino, tal y como lo soñaron los Padres de la Patria. Alcemos con esperanza la antorcha de la luz de la verdad, de la justicia y la caridad.
 
Felipe de Js. Colón