Cada vez que el organismo correspondiente anuncia por adelantado que la tarifa eléctrica no subirá el mes siguiente, la gente se persigna, y como los pollos cuando beben agua, levanta los ojos al cielo y da gracias a Dios.
Ese confiarse a la divinidad es necesario, como si fuera un ensalmo, pues el usuario del servicio eléctrico no se pierde ni come bolas. Está convencido de que por mucha aleluya que hagan los responsables, más tarde o más temprano el lobo vendrá.
Entretanto, hay que aprovechar la fiesta, y mucho más en Navidad.
Igual hay que saludar que este año no habrá indultos, dando por terminada una práctica que parecía humana, pero que devino en un trastorno más del desempeño público.
Así como las autoridades no supieron aplicar el cambio de horario, tampoco les era posible llevar a cabo los indultos cada año, originando unos escándalos mayúsculos.
Desde la opinión pública nunca se entendió que se perdonaba a culpables, pero del mismo modo se hizo obvio que la gracia era una vía de escape.
Con las tantas crispaciones de estos días, hay que agradecer que libraran a este pobre pueblo de la que seguro provocarían los indultos.