Main Nav

domingo, 12 de octubre de 2014

El traje de bodas

“¡Invítalos!, ¡Invítalos!,” me decía una voz interior repetidamente.  Me atreví a obedecer.  Uno me dijo que sí enseguida; el otro puso resistencia y tuve que humillarme, pero finalmente se realizó la primera reunión, en la cual Aquel que me había dado la orden de invitarlos, se hizo presente de manera totalmente evidente.
    
 Salimos asombrados, y contando los días que faltaban para reunirnos nuevamente con ese Amigo tan presente y tan amoroso. Experimentábamos una nueva realidad, una nueva dimensión y sobre todo una nueva amistad intima de inconmensurable valor.  “El Señor primero” acordamos, dándole así absoluta prioridad a ese encuentro semanal.
     
Pasaron 40 años, y el Señor Jesús nos fue contagiando su amor. Nos estaba regalando el traje de bodas, de modo que el problema de uno era el de todos.  Sucedieron milagros impresionantes, pero eso no era lo importante.  Lo importante era que estábamos recibiendo el DON DEL AMOR, del amor verdadero. “Un amor que es salir de sí para ocuparse del otro y preocuparse por el otro’’ Benedicto XVI.
    
En el evangelio de hoy aparece una invitación de Dios a la boda de su Hijo.  Muchos se negaron a ir, diciendo que estaban “muy ocupados” ganando dinero y cumpliendo compromisos sociales que los hacía sentir importantes.  Dios insistió una segunda y una tercera vez, pero fue inútil.  Nadie quiso interrumpir lo que ellos llaman “su vida” que, en resumen no era más que darse gusto y darse importancia.
     
Finalmente Dios invitó a todos, “buenos y malos”.  Es decir, nos invitó a usted y a mí.  “Y la sala del banquete se llenó de comensales”.
     
Dice el evangelio que cuando Dios fue a saludar a cada uno, reparó en alguien que no tenía “el traje de bodas” y lo echó fuera. Ese también se perdió la fiesta. No tenía el DON del AMOR.
    
 A propósito ese amor es un DON, es un regalo de Dios. El traje de bodas se lo daban en la entrada a todo el que iba de buena voluntad. Sólo parece que fue alguien ‘’importante’’ y dijo que su propio traje era mejor…
 
LA PREGUNTA DE HOY
 
¿Cuál es el traje de bodas del cual habla el Evangelio?
     
Voy a responder a esta pregunta textualmente con las palabras de San Agustín:
     
“¿Serán los sacramentos? ¿El bautismo? Sin el bautismo nadie llega a Dios, pero algunos lo reciben y no llegan a Dios. ¿Será la comunión? Pero recibiendo el cuerpo de Cristo algunos comen y beben su propia condenación. ¿El ayuno? Los malos también ayunan. ¿El frecuentar la iglesia? Los malos van a la iglesia como los demás.” “San Pablo nos dice que es el Amor, pero no un amor cualquiera…”
     
¡Cuántos bienes son inútiles si falta un solo bien! Si no tengo amor, de nada me servirá que distribuyera todos mis bienes y hasta derramara mi sangre por El. Si me falta el amor, no sirve para nada. ESTE ES ‘‘EL TRAJE DE BODAS’’.
     
El que ha recibido este DON no juzga… no condena… perdona… Y sabe que en esa misma medida DIOS lo amará de modo rebosante.   (Lucas 6, 37-38).
     
Gracias, Señor querido, por desear regalarme ese traje. Ahora sólo te pido suficiente humildad para quitarme el mío y ponerme el que Tú me regalas.          EL AMOR que pueda amar a mi enemigo (Lucas 6, 27).
 
Que pueda decir como TÚ: “Perdónalo Padre, que no sabe lo que hace”.

Luis García Dubus