La escuela es el complemento de la familia dijo el Papa a las más de 300 mil personas, entre estudiantes, profesores y padres de alumnos de las escuelas italianas que colmaron este sábado la plaza de San Pedro y alrededores para un encuentro con Francisco, en el marco del evento "La Iglesia por la Escuela", promovido por la Conferencia Episcopal Italiana,.
Como siempre en este tipo de convocatorias, el papa Francisco recorrió primero la plaza para saludar a la multitud reunida.
Francisco agradeció en primer lugar la presencia de todos, destacando que no se trataba de una manifestación "en contra", sino "por".
"¡No es un lamentarse, ¡es una fiesta! Una fiesta por la escuela -dijo Francisco. Digo 'nosotros' porque yo amo la escuela, la he amado como alumno, como estudiante y como maestro. Y luego como Obispo. En la Diócesis de Buenos Aires encontraba a menudo al mundo de la escuela, y hoy les agradezco por haber preparado este encuentro".
Y a continuación, el Papa argentino, que en su juventud y como parte de su formación sacerdotal, fue docente durante varios años, explicó que amaba la escuela "porque es sinónimo de apertura a la realidad".
"No lo es siempre -aclaró sin embargo el Papa-, y entonces quiere decir que es necesario cambiar un poco. Ir a la escuela significa abrir la mente y el corazón a la realidad, a la riqueza de sus aspectos, de sus dimensiones. ¡Esto es bellísimo! En los primeros años se aprende a 360 grados, luego poco a poco se profundiza hacia una dirección y finalmente se especializa. Pero si uno ha aprendido a aprender, esto le queda para siempre, seguirá siendo una persona abierta a la realidad".
El mensaje era también para los maestros que, dijo Francisco, "son los primeros que deben permanecer abiertos a la realidad", y a aprender.
"Sí -insistió-, porque si un maestro no está abierto a aprender, no es un buen maestro, y ni siquiera es interesante; los muchachos lo perciben, tienen olfato, y son atraídos por profesores que tienen un pensamiento abierto, inconcluso, que buscan 'algo más', y así contagian esta actitud a los estudiantes".
"Otro motivo (por el que amo a escuela) es que es un lugar de encuentro -siguió diciendo el Papa-. Se encuentra a los compañeros; se encuentra a los maestros; se encuentra al personal asistente. Los padres de familia encuentran a los profesores; el director a las familias, etcétera. Y esto es fundamental en la edad del crecimiento, como complemento a la familia. (...) La escuela es la primera sociedad que integra a la familia. La familia y la escuela ¡jamás van contrapuestas! Son complementarias, y por lo tanto es importante que colaboren, en el respeto recíproco. Y las familias de los chicos de una clase pueden hacer mucho colaborando juntas entre ellas y con los maestros. Esto hace pensar en un proverbio africano que dice: 'Para educar a un hijo se necesita a todo un pueblo".
Finalmente, dijo amar la escuela porque educa "a lo verdadero, al bien y a lo bello".
"La educación no puede ser neutra -explicó el Papa-. O es positiva o es negativa; o nos enriquece o nos empobrece; o hace crecer a la persona o la deprime, incluso puede corromperla. La misión de la escuela es desarrollar el sentido de lo verdadero, del bien y de lo bello. Y esto ocurre a través de un camino rico, hecho por tantos ingredientes. ¡Es por esto que existen tantas disciplinas! Porque el desarrollo es fruto de diversos elementos que actúan juntos y estimulan a la inteligencia, a la consciencia, a la afectividad, al cuerpo, etcétera". Y a modo de ejemplo agregó: "Si estudio esta Plaza, aprendo cosas de arquitectura, de historia, de religión, de astronomía – el obelisco recuerda al sol, pero pocos saben que esta plaza es también un gran meridiano".
"De esta manera -concluyó el Papa- cultivamos en nosotros lo verdadero, el bien y lo bello; y aprendemos que estas tres dimensiones no están jamás separadas, sino siempre entrelazadas. Si una cosa es verdadera, es buena y es bella; si es bella, es buena y es verdadera; y si es buena, es verdadera y es bella. Y estos elementos juntos nos hacen crecer y nos ayudan a amar la vida, también cuando estamos mal, también en medio a los problemas. ¡La verdadera educación nos hace amar la vida y nos abre a la plenitud de la vida!"
"En la escuela no aprendemos sólo conocimientos, contenidos, sino también costumbres y valores", dijo el Papa hacia el final de su alocución.
Y, a modo de despedida, agregó: "Por eso les auguro a todos ustedes, padres, docentes, no docentes, estudiantes, un bello camino en la escuela, un camino que haga crecer las tres lenguas que una persona madura debe saber hablar: la lengua de la mente, la lengua del corazón y la lengua de las manos. Pero, armoniosamente, es decir, pensar en aquello que uno siente y hace; sentir bien aquello que se piensa y hace; y hacer bien aquello que se piensa y siente. Las tres lenguas, armoniosas, juntas".